domingo, 27 de febrero de 2011

Balada triste de trompeta - Jokers a la española

Con Álex de la Iglesia mantengo una relación de amor y odio que es un verdadero drama. Empecé a fijarme en este director cuando quedé maravillado con las que pueden ser sus dos mejores películas: El día de la bestia y La comunidad. Cuando me piden recomendaciones de cine español, pienso en esas dos joyas que nos ha otorgado este, por otro lado, carismático director. Y digo esto último porque me encantan sus declaraciones y su forma de pensar, dicho de otra forma: casi voy a ver sus películas con la intención de que me gusten, realmente deseo que eso ocurra, que quede maravillado con ellas y pueda decirlo para recomendarlas. Por desgracia, esto no está ocurriendo estos últimos años. Crimen Ferpecto fue una comedia divertida, sin demasiadas pretensiones, que no maravilla pero por lo menos divierte y tiene cierta impronta personal de su autor que la hace un poco más especial. Pero a partir de ahí... para llorar. Tanto Plutón BRB Nero como Los Crímenes de Oxford fueron dos decepciones abismales, buenas ideas muy mal planteadas que aburrieron más que gustaron. Por eso, cuando vi los primeros avances de Balada Triste de Trompeta, lo primero que pensé es que podía suponer el resurgir de Álex de la Iglesia, el que tanto nos gustó y sorprendió en sus inicios. Todo conducía a que iba a traernos, por fin, otra joya en su filmografía.

Pero por desgracia no ha sido así. No al menos en mi caso. La idea era fantástica: una hermosa trapecista que emplea el color que tienen en común tanto la bandera republicana como la nacional españolas, se convierte en el objetivo de dos payasos que desean poseerla a toda costa. Uno es Javier, el payaso que representa la república, víctima del pasado, de la guerra civil que le arrebató su vida. El otro, sin embargo, representa el bando nacional, es hijo de la dictadura, más cruel y autoritario. Ambos luchan por la chica, que simboliza a España, y durante el camino tendrán el apoyo de unos y otros, sin importar los medios para conseguir lo que buscan, el corazón de una frágil doncella que se ve impotente en medio de todo. Como puede verse al final, solo había un desenlace posible.

Como puede verse, la idea es curiosa y muy atractiva, pero por desgracia por sí sola no funciona. Esto se debe a un guión endeble, caótico (en el peor de los sentidos), sin gracia y, lo peor de todo, sin nada que aportar al espectador. Es decir, no solo carece del ocurrente humor que ya pudimos ver en películas mucho mejores como las citadas El día de la bestia o La comunidad, sino que tampoco es capaz de emocionar al espectador, de implicarlo en la trama o hacerle partícipe de la misma. Es posible que Álex no buscara esto último y quisiera mandar un mensaje desde la más angustiosa de las bilis, pero por desgracia ni como burrada termina de divertir. Tiene momentos puntuales realmente ocurrentes, pero naufragan en un mar de sinsentidos que acaba siendo abrumador y agobiante. Ya no importa si hay mucha violencia o no (al cabo de media hora, son esperables todo tipo de atrocidades y ya no sorprende), tampoco si hay muchas escenas subidas de tono... no importa nada, de hecho, simplemente  se trata de un desfile de despropósitos que avanza por nuestros ojos sin orden ni concierto. Se reflejan momentos históricos porque sí, cierto dictador aparece para representar una escena supuestamente graciosa  y todos los personajes de la trama, absolutamente todos, actúan por inercia y como pollos sin cabeza, sin respetar ningún tipo de coherencia interna.

Por tanto, estamos ante una película realmente difícil, que no se sostiene por ningún sitio, con mucho poderío visual (en esto es irreprochable, una maravilla), una fotografía excelente y grandes ideas. Pero nada de todo ello sirve si el guión hace aguas por todas partes y no aprovecha absolutamente nada de lo que ofrece. Y esa es la peor sensación posible: está todo muy mal desarrollado, empleado y mostrado. Lo cual es una verdadera lástima, porque hasta los intérpretes están inspirados, con un Carlos Areces injustamente vilipendiado cuando resulta que aquí demuestra que es un actor solvente, casi diría que mejor que la propia Carolina Bang, que parece la representación del espectador con ese rostro de sorpresa perpetua con el que nos brinda a lo largo de todo este excesivo largometraje. Sin embargo, el mejor intérprete es Antonio de la Torre, quizá porque no se toma demasiado en serio a su personaje.

Lo dicho, otra decepción más de un director del que de verdad espero poder hablar bien, de nuevo, de sus obras algún día. Pero no se me presenta la ocasión y eso hace más amargas este tipo de críticas, y es una pena, porque esta propuesta es más auténtica y sincera que muchas películas que podemos ver en nuestras carteleras.

lunes, 21 de febrero de 2011

Spartacus Blood and Sand - Primera Temporada

No llevo demasiado tiempo siguiendo series de una forma más o menos regular. Sin embargo, he aprendido rápidamente que, del mismo modo que no se debe juzgar un libro por su portada, tampoco hay que juzgar una serie por sus primeros capítulos. Esto lo digo porque si hay algo que perjudique muy seriamente a Spartacus es su tono a lo 300, que aunque intencionado, es empleado con muy mala fortuna y abusan de sus excesos con descaro, al menos en su episodio piloto. Un episodio en el que se notan descaradamente las intenciones de triunfar gracias a montones de escenarios en CGI, desnudos por doquier, abundantes litros de sangre digital, desmembramientos y la típica y tópica historia del héroe incorruptible que pierde a su querida damisela pese a que es capaz de arriesgar su vida por el bien del honor y la justicia. Lo dicho, un piloto lamentable, ridículo y con una factura técnica deleznable. Podría haber dejado de ver capítulos ahí, dado el aburrimiento y el hastío por la propuesta. Pero de haber actuado de esa forma, me habría perdido una de las mejores series del año pasado.

Lo bueno que tiene el formato serial televisivo es que tiene la posibilidad de superarse a sí mismo, de corregir los errores y mejorar las virtudes episodio a episodio. También están los lamentables casos en los que ocurre justamente lo contrario, véase la malograda True Blood de la cadena HBO. Pero por suerte, esta serie de STARZ tiene la osadía de rebelarse hasta en ojos de su propio espectador. Al principio te dice que es poca cosa, utiliza recursos fáciles y superficiales para captar tu atención, pero más tarde notas cierto engaño: no es una buena serie por su desenfadada falta de sobriedad, por sus excesos o por sus generosas dosis de violencia, tacos, desnudos y sexo gratuitos. No, Spartacus, aunque en un principio parece el típico producto que vive solo de su polémica, es mucho más que eso. Sus personajes y su historia son tan buenos que por momentos llegas a olvidar lo más banal a favor de una incontenible emoción por todo lo que sucede tanto fuera como dentro de la acción. Es entonces cuando comprendes que es mucho más de lo que parece a simple vista. Es una serie con envoltorio, sí, pero también con contenido, algo que no se ve muy a menudo.

En cuanto Spartacus recibe ese nombre por los romanos, cuando es entrenado por primera vez en la casa del lanista Batiatus (interpretado por John Hannah, el gracioso de La Momia, que demuestra ser mejor actor de lo que parece), su amo y señor, es entonces cuando la serie engancha irremediablemente. La vida dentro de esos muros no puede ser más rica, te dejan claro desde un primer momento que cualquier cosa puede ocurrir: conspiraciones, adulterios, sodomizaciones, asesinatos, traiciones, enamoramientos... y lo mejor es que no hay personaje que se salve, aunque todos tengan un sentido del honor un tanto retorcido lo sacrifican todo con tal de seguir sus ideales. Y es esto y no otra cosa lo que hace grande esta primera temporada de Spartacus: un plantel de personajes que es perfecto y está analizado con mesura, no hay nadie que sobre o falte, todos tienen su papel en la historia. Si a esto añadimos que los excesos se van puliendo poco a poco y las coreografías de los muy emocionantes combates (muy diferentes son los entrenamientos con los más épicos y fantásticos enfrentamientos en la arena) son capaces de poner el vello de punta, nos encontraremos con una serie que resulta difícil de despreciar. Sobre todo cuando deja de ser la hermana pobre de 300 para convertirse en lo que es, una producción televisiva con espíritu propio, no un remedo de nada, por mucho que haya quienes la intenten comparar con Roma, siendo series muy distintas.

Así pues, entre todas las virtudes ya expuestas, se puede decir también que es muy posible encariñarse con otros personajes que no sean el protagonista, que los tópicos desaparecen y son destrozados, que hay una ambigüedad muy interesante siempre presente, que los giros son constantes, los diálogos buenísimos (alternando tacos con la palabra "polla" o "coño" con frases realmente filosóficas) y que posee un final abierto muy bien planteado. Con tanto elogio, no cabe duda de que mi recomendación está más que clara. Es difícil aceptar el visionado de la temporada tras un piloto tan desastroso, pero una vez superado es más difícil aún desengancharse. Muy recomendable.

sábado, 19 de febrero de 2011

Enterrado (Buried)

Lo primero que llama la atención en este filme es su premisa: Todo transcurre dentro de un ataúd, absolutamente todo. Tal idea, arropada con un toque que bebe directamente de los recursos del célebre Alfred Hitchcock (desde los mismísimos créditos, que son prácticamente un homenaje al maestro del suspense, hasta los encuadres) se vuelve sugerente y atractiva si además cuenta con unas críticas asombrosamente positivas, de esas que hacen que uno piense que estamos ante una verdadera joya. Y es que, ¿qué hay más terrorífico que morir lentamente dentro de una caja de madera enterrada a cierta profundidad? Pocas cosas peores se nos ocurren, si no se muere por falta de oxígeno puede ser por inanición, y eso último sería el peor de todos los casos posibles. La muerte lenta no seduce a nadie, salvo si es en la distancia, por eso ver el trailer de Enterrado es caer rendido ante la propuesta, nuestras ganas de ver un buen relato de suspense, asfixiante y claustrofóbico, son realmente grandes, debido al escaso material de calidad que nos llega en nuestras carteleras, siempre infestadas de películas del género del terror y el suspense de la más baja estofa y con el mínimo de originalidad posible. Sin embargo, para poder narrar una historia dentro de un mismo lugar con un solo actor hay que poseer en una gran destreza para poder jugar adecuadamente con tan pocos recursos.

Muchos comparan Enterrado con 127 horas, ya que ambas se aprovechan de la calidad de sus actores protagonistas, los que hasta el momento solo habían realizado papeles secundarios y ahora por fin tienen la oportunidad de resarcirse con papeles protagonistas en los que lo han dado todo. Además, ambas narran una historia que sucede en un mismo lugar, sin enfocar otros y con una ausencia bastante notable de secundarios. Sin embargo, me atrevo a decir que la película que nos ocupa tiene en realidad mucho más parecido con Última Llamada de Joel Schumacher, ya que ambas poseen a un protagonista metido en una situación en la que no pueden salir y ambos cuentan con un teléfono o un móvil para contactar con el exterior. Es más, las dos historias tratan el terrorismo desde un enfoque más ambiguo y, por si fuera poco, también tienen en común una crítica contra la burocracia y la hipocresía del mundo occidental. Lo que sí es cierto es que Enterrado tiene más mérito por centrarse en un lugar aún más inaccesible y con muchos menos rincones con los que lucirse. No salirse en ningún momento de las seis paredes de un ataúd no es cosa fácil, y es ahí donde reside el principal encanto de la película.

La dirección es impecable, aprovecha todo lo que tiene a su alcance y más. No hay tiempo para el aburrimiento gracias a una serie de enfoques bastante sugerentes y acertados, que además aprovechan la expresividad y sobriedad de un muy inspirado Ryan Reynolds que no es que se meta en el papel, es que realmente lo vive. Sin duda la forma que emplearon para rodar esta película es lo que más la ha beneficiado, ya que el actor realmente estuvo metido en un lugar tan reducido, Lo difícil era no caer en el más ridículo de los histrionismos o resultar creíble. Reynolds aprueba con nota, demostrando que es mejor actor de lo que parece.

Pese a todas estas virtudes, no es la joya que me han intentado vender. Cierto es que las críticas, cuando son demasiado positivas, pueden llegar a ser una lacra para la percepción más objetiva de quien las ha leído. Pero en mi caso, creo sinceramente, que pese a la premisa, la dirección y al buen hacer del actor principal, el guión es bastante pobre y echa un poco por tierra (y nunca mejor dicho) la genialidad del largometraje. Y es que no es creíble, todo lo que Ryan lo es, no lo es el argumento ni los diálogos. Justamente donde acertaba Última Llamada, fracasa esta película. Incluso haciendo comparaciones con 127 horas, Boyle lo que hizo fue aprovechar los sueños y todo misticismo abstracto para no aburrir, Cortés (director de este filme) lo que hace es utilizar las llamadas para hacer más interesante el relato. Pero por desgracia, no hay mucho que contar y la trama se vuelve realmente forzada y olvidable. El protagonista no posee nada destacable, ni en cuanto a historia ni en carácter. El giro supuestamente sorprendente llega tarde y resulta torpe, tanto como la crítica que se pretende realizar, de la que hacen tanto hincapié en todos los aspectos que acaba siendo insultante. Además, el sentimiento de claustrofobia se va perdiendo paulatinamente. Al principio nos agobia la perspectiva y la ambientación, pero después las llamadas nos hacen despistarnos de la situación y se olvidan de todos los detalles, el protagonista tiene tantos elementos a su disposición que al final nos acabamos relajando hasta el mismísimo final.

Un final que, dicho sea de paso, es la contraposición total de 127 horas, ya que mientras una es una oda a la vida y a la supervivencia, la otra parece una rendición a una de las peores situaciones posibles. Todo esto no sería tan grave si al menos el filme resultara convincente o memorable. Por desgracia, al menos para mí, no es el caso.

sábado, 12 de febrero de 2011

127 horas

Ocurre que cuando alguien está en lo más alto de la cúspide de su carrera, le salen retractores por todos lados. Sea justificadamente o no, es como una ley no-escrita que se debe cumplir a la rajatabla. Digo esto porque no cabe duda de que si hay un director afortunado en Hollywood en estos momentos ese es Danny Boyle. Desde Trainspotting, todo el mundo se fija en él. Dio la campanada varias veces cambiando de género como quien cambia de calcetines, da igual si toca la ciencia ficción, el tono documental o el terror, el director se las apaña para hacer que la historia sea suya y su estilo se adapte como un guante a ella. Lo que ocurre es que desde Slumdog Millionaire, Boyle está dando más rienda suelta a su estilo videoclipero, abusa un poco más de la cámara partida, de la secuencia rápida, el movimiento ágil de cámara o de la música alta en algún momento del filme. 127 horas hereda algunas de las virtudes y defectos de su anterior película. Pero, ¿es malo de por sí un estilo de dirección menos clásico? ¿no rodar de forma sobria ya es algo negativo?

Por mi parte, me atrevo a desmentir tal cuestión por completo. Es decir, tenemos una historia de supervivencia basada en un hecho real al que se han ceñido fielmente en todos los detalles que consiste en, simple y llanamente, un tipo atrapado en una pared de roca. Sí, es lo que parece: Una hora y media sobre un tipo que no se puede mover de un sitio. ¿A que suena realmente aburrido?

Pues en manos de Boyle no lo ha sido. El director se muestra hábil y asombrosamente entretenido, con muchos recursos a su disposición, empleándolos con suma maestría: flashbacks, delirios, grabaciones, sueños, anhelos, momentos de angustia... Todo vale, nada falta y nada sobra. Un ritmo perfecto en donde James Franco asombra como uno de los actores más creíbles que se han visto en la gran pantalla estos últimos años. En un solo papel ya ha demostrado que es uno de los mejores de su generación y más le vale no quedarse ahí porque potencial tiene para rato. Ha interpretado a Aaron con una credibilidad absoluta, realmente es fácil ponerse en su lugar y consigue que en todo momento estemos deseando que escape de tan espantosa situación. Nos emocionamos con él, sufrimos con él y nos alegramos por él. No se podía pedir más en una película de estas características.

Lo dicho, Boyle ha vuelto a dar lo mejor de sí con una película muy injustamente criticada en muchos sitios. No concibo una forma mejor de rodar un filme de hora y media sobre un tipo atrapado en un desfiladero. A mí me ha convencido.

martes, 8 de febrero de 2011

Fringe - 2ª Temporada

En la crítica de la primera temporada creo que pequé un poco de entusiasta. Es decir, la serie no es que sea en absoluto mala, es más, tiene grandes personajes, grandes argumentos, un gran gusto por el detalle y una trama central escondida que se va resolviendo de una forma cada vez más interesante. No solo eso, sino que siempre deja con ganas de más y la promesa de que irá todavía a mejor, gracias a la preparación de todos los elementos que va cociendo a fuego lento. Por ello, me enfrenté a esta segunda temporada con una enorme ilusión y grandes expectativas, lo contrario a cómo empecé a ver la anterior. Esto tiene un problema, y es que intentar desarrollar una serie según una trama central que se va desvelando poco a poco tiene el inconveniente de que debe ser capaz de colmar el ansia del espectador sin andarse con rodeos y creando los clímax adecuados. Fringe es cada vez más pretenciosa y más compleja, lo que lleva a hacer que el espectador sea cada vez más exigente. No se pueden dar pasos hacia atrás sin que la credibilidad y pasión del mismo por la serie se resienta unos mínimos.

Eso es más o menos y a grandes rasgos lo que ha ocurrido. Si analizamos fríamente ambas temporadas sería justo decir que esta supera en muchos aspectos a la primera. Sin embargo, la escalada tan prometedora que buscaba no se ha producido, de hecho me atrevería a afirmar que han intentado alargar en exceso la fórmula. No hay más que ver los primeros capítulos, con el final de la temporada anterior vimos a Olivia Dunham en un lugar inesperado con un personaje que parecía que iba a ser crucial para lo que iba a ocurrir a continuación. Ese momento se estira como un chicle. Para que podamos ver qué fue lo que se dijo y lo que ocurrió en aquel lugar, primero deben pasar unos cuantos episodios donde la agente del FBI debe enfrentarse a una inoportuna (u oportuna para los guionistas) amnesia que impide que todos puedan ponerse al día. El misterio se alarga, muere alguien importante y entonces llega la decepción: La serie, pese a todos los descubrimientos, sigue tal cual, con el mismo esquema en casi todos los capítulos, nuevos casos y pocas novedades. Hasta que llega el impactante y magnífico clímax, con varios momentos que llegan tarde pero no decepcionan.

Pese a que pueda parecer que ha ido a peor, no es el caso. Al menos, aunque se respete el mismo esquema episódico demasiado tiempo en mitad de la temporada, al menos sigue manteniendo todas las virtudes que ya presentó anteriormente: Los personajes siguen cambiando y desarrollan sus motivaciones, son tan carismáticos como lo fueron en el primer episodio sino más y el universo de la serie se va expandiendo, mostrando mil detalles que resultan fascinantes y atractivos. Además, los últimos capítulos muestran casi todas las revelaciones que faltaban ya por destapar, dando cohesión a toda la trama con una facilidad inusitada. Pero eso no es todo, la ruptura del esquema en los últimos capítulos de la temporada se agradece, ya que todo se vuelve más vertiginoso e interesante, mucho menos encorsetado y aburrido, como estaba siendo antes de éstos. Por ello, creo que estamos ante una temporada un tanto irregular, con momentos realmente brillantes tanto al principio como al final, pero con una mitad que si bien convence, resiente un poco el cómputo global, ya que la impaciencia se hace con un espectador que creía que con unas cuantas revelaciones importantes la cosa iba a cambiar. Por suerte, Walter Bishop sigue genial y la historia de su hijo Peter es revelada y está perfecta tal y como se cuenta. Por no decir que la serie tiene unos toques realmente geniales, como los cambios de intro o cierto episodio basado en un cuento.

Fringe sigue siendo muy buena, pero podría serlo aún más sin tantos intentos de estirar la trama y sin el susodicho esquema que le impide destacar entre muchas otras más galardonadas. Pese a todos los defectos, aún hay virtudes que hacen de ella una de las mejores apuestas televisivas de estos últimos años.

domingo, 6 de febrero de 2011

El Gran Vázquez - Bruguera en la gran pantalla

Como ya dije en la crítica de El invierno del dibujante, resulta curioso que por fin unos autores hayan dedicado un vistazo a los tiempos de Bruguera como ama y señora del cotarro del cómic en España durante gran parte del franquismo, con su sistema regio de publicación, sus condiciones austeras y su explotación tanto de dibujantes como de personajes. El caso es que por fin se trata este aspecto de aquella época, y ha sido todo en un mismo año con dos célebres obras de diferentes medios, una es el cómic, con la obra de Paco Roca anteriormente mencionada y la otra es el cine con esta película protagonizada por Santiago Segura que probablemente haya llegado a mucha más gente. No es casualidad que por fin se trate el tema y que sea al unísono, estos últimos años hemos podido ver la culminación de un paso progresivo del cómic a una normalización cada vez más evidente, gracias a adaptaciones fílmicas y el empuje de los medios tratando temas como la muerte de Steve Rogers o Civil War hará unos cuantos años.

El caso es que este filme de Óscar Aibar está a medio camino de la comedia arquetípica de la España de los años 60, con el tono clásico del típico anti-héroe protagonizando aventuras y desventuras, y de la tragicomedia con tintes de crítica social. El problema es que no termina de asentarse en ningún tono concreto, ya que comienza realmente como una comedia clásica, con el Santiago Segura más comedido que he visto en mucho tiempo, sin emplear todos sus tics y clichés, actuando según lo que le pide el papel, aunque éste le venga como anillo al dedo. Y es que Vázquez se ha convertido en toda una leyenda gracias a las mil anécdotas que protagonizó dentro de la editorial y en su propia vida privada. De todos es conocida su fama de mujeriego, bebedor empedernido, putero, adúltero y, sobre todo, deudor, que es su faceta más popular. Vamos, un Torrente a la antigua, pero más elegante y encantador, al menos a la hora de intentar timar al inocente de turno, mucho más sutil y zalamero.

Con un personaje protagonista como este, no es difícil divertirse con un filme repleto de gags de todo tipo, muy bien ambientado y con muchas ocurrencias, siendo su principal aliciente el encanto de las oficinas de Bruguera y la presencia de sus personajes de historietas, que incluso se presentan animados en ocasiones para arrancarnos una sonrisa. Destacan sobre todo Ibáñez, el redactor González, Rosa (esposa de Vázquez) y Peláez, junto al tipo que da nombre al título son los que llevan el peso del filme. Esta simplicidad es una virtud y a la vez una lacra para un biopic que podría haber sido más complejo, con un tema que daba para mucho más, especialmente tras haber leído el citado trabajo de Paco Roca. Las condiciones de la editorial, su censura, su forma de pago... todo se trata muy superficialmente. Los compañeros de trabajo del dibujante se mencionan de pasada o alguno tiene una aparición casi de "personaje invitado", no hay muchas anécdotas sobre ellos. Sólo Ibáñez destaca y por razones evidentes, es el más conocido de todos los dibujantes de aquella época en la actualidad y además es el contrapunto perfecto del protagonista, ya que en la editorial acaba siendo todo lo contrario a él.

En definitiva, la película queda finalmente como un esbozo, agradable, ligero y divertido de la vida de Vázquez, pero no deja de ser quizá demasiado caricaturista y, hasta cierto punto, algo infantil. Lo que resulta curioso, ya que un medio considerado más adulto como es el cine ha acabado mostrando este tema de una forma más liviana y complaciente que el cómic, bastante más crudo y documentado. Al final el talento de cada artista es quien da rigor a su trabajo, y no el medio en el que se presente. Este es un claro ejemplo de ello.

martes, 1 de febrero de 2011

El invierno del dibujante de Paco Roca

Lo primero que se le pasa a uno por la cabeza tras leer la premisa de este cómic es “¿cómo es posible que hayan tardado tanto en realizar una historia como esta en ningún medio?”. Y mira que en el cine y en la literatura hemos visto montones de relatos costumbristas sobre la difícil época del franquismo en España, pero ninguna dirigida hacia los dibujantes de historietas (infantiles y juveniles) que hemos tenido en este país, pese al juego que dan sus personalidades y las que fueron sus condiciones de trabajo. No ha sido hasta el año pasado que se pusieron de acuerdo tanto el cómic como el cine para reflejar el día a día en la editorial Bruguera, el primero con este tomo que nos ocupa y el segundo con El Gran Vázquez de Óscar Aibar. Las comparaciones son odiosas, y más en este caso, ya que es inevitable buscar paralelismos entre ambas obras, tan cercanas tanto en el tiempo como en sus intenciones.

No deja de ser curioso que esta vez un medio tan caricaturesco y normalmente considerado infantil como es el cómic haya sido el más detallista, crudo y sincero a la hora de reflejar la época que nos ocupa. Hablamos de finales de la década de los cincuenta en España, son otros tiempos, los que están al poder permanecen en él sin que nadie pueda sustituirlos durante un largo periodo. No existe la competitividad leal y para salir adelante lo que hay que hacer es trabajar y resignarse, no hay más. O al menos esa es la impresión que nos deja  seguir a estos dibujantes que regresan de la difícil tarea de lanzar una revista de cómic juvenil por su cuenta. La revista Tío Vivo fue un fracaso debido a diferentes factores y se ven obligados a regresar a la editorial que los hizo famosos: Bruguera, aunque sea en esas condiciones de trabajo tan lamentables, especialmente si se comparan con las de hoy en día.

No es una historia sencilla, el autor firma un relato realmente descorazonador, de esperanzas rotas e ilusiones desvanecidas. Todo con un cariño hacia lo que se cuenta realmente notorio, que se aprecia con facilidad en cada una de las viñetas que conforman el tomo. Especialmente sorprendente es el gusto por el detalle, la aparente facilidad con la que el dibujante y escritor nos traslada a aquellos años, con esos diálogos tan naturales, esos momentos supuestamente banales que lejos de despistar logran que sintamos empatía por unos personajes que resultan reales y cercanos. Destacan sobre todo Mora, Escobar, Vázquez y, sorprendentemente, Rafael González, el redactor de la editorial, con un trabajo tan poco agradable como parco en agradecimientos. Sólo los hermanos Bruguera se sentían cómodos con este currante, y así lo refleja adecuadamente el autor, sin maniqueísmo alguno, lo cual otorga cierta veracidad a lo que se cuenta.

Todo con un dibujo que parece a medio camino entre el mejor Hergé posible y Mazzuchelli, el primero por el trazo limpio y claro del autor, y el otro por la puesta en escena y la asombrosa ambientación. Pero lo mejor del tomo es la documentación, se nota que Paco Roca hizo sus deberes antes de ponerse a trabajar. En todo momento se aporta información, aunque sea con situaciones que no parezcan tener mucha importancia. Sutilidad y gusto por el más mínimo detalle, ese es el secreto, y no uno muy fácil de ejecutar. Además, la historia está partida en diferentes épocas en las cuales hay un cambio de color en las páginas de esta edición, para transmitir mejor las diferencias entre una estación y otra. Otro detalle artístico que no debería pasarse por alto. Esto fue una gran idea, ya que de haberla desarrollado de forma lineal quizá habría perdido algo de interés, pues todos sabemos qué fue lo que pasó con el grupo de dibujantes que se arriesgó a competir con la invencible Bruguera.

Entonces, ¿estamos ante una obra maestra? No, ya que al tratarse de un relato basado en hechos reales, el autor decidió no inventar demasiado, siendo siempre consecuente con las anécdotas que utilizó para confeccionar la historia. Digo esto porque hay momentos en los que existe cierta frialdad en la narración, como si se presenciara todo desde una vista de pájaro. O quizá, al ser una obra demasiado coral, no termina de brillar todo lo que podría. Pero lo cierto es que todo esto son apreciaciones un tanto quisquillosas, producidas por el recuerdo del mucho más emocionante Arrugas, uno de los trabajos anteriores del autor.

En todo caso, estamos ante un cómic que cumple con creces su cometido, realizado con mimo y mucha elegancia. Si tuviera que comparar esta obra con El Gran Vázquez, me quedaría sin duda con la aportación de Paco Roca a la historia de esta época. Bastante más fidedigna y, desde luego, más interesante, seria y redonda. No me cabe duda de que si alguno de los fundadores de Tío Vivo estuviera vivo ahora, estaría muy agradecido por esta mirada al pasado.

P.D. La mayor queja se la lleva la editorial, por escoger un papel tan poco agradecido con la impresión (apenas se ve con claridad el dibujo o el color) y por mostrar algunas páginas pixeladas, con poca resolución. Os aconsejo esperar a una reedición que arregle estos desaguisados.