viernes, 31 de diciembre de 2010

Año nuevo, cómics nuevos - Hastío de Marvel y DC

Empiezo a ver que por internet empieza a existir cierta tendencia a la hora de hablar de las dos grandes: Marvel y DC. La gente parece cansada de las franquicias de siempre y se está retirando a favor de las editoriales más pequeñas o a las líneas más personales al estilo Icon o Vértigo.

¿A qué puede deberse esto? Hay varias teorías que he ido reuniendo a partir de los posts leídos en varios blogs:

1 - Los cómics de superhéroes son repetitivos, no malos pero sí poco atractivos en cuanto a premisas manidas y muy mal aprovechadas. Esto es un mal especialmente para gente con mucho bagaje y mucho leído a lo largo de los años. Las historias tienden a repetirse, los personajes tienden a actuar exactamente igual que siempre, éstos no cambian y no pueden hacerlo debido a varios motivos comerciales. Especialmente sangrante en el caso de los iconos.

2 - Hay demasiados cómics sobre un mismo personaje. Esto ocurre sobre todo con Superman, Batman y Spider-man. Los Vengadores y los X-men también podrían unirse a la ecuación. Todas aquellas series de éxito sufren de tie-ins diversos y varios títulos de diferentes tonos y diferentes autores, pero el completismo de algunos fans acaban por cansarlos y hastiarlos hasta el punto en que no quieren saber nada sobre un mismo personaje. Es cierto que así hay más para elegir, pero también perjudica a la hora de que algún autor quiera hacer algún cambio trascendental en el status quo de algún personaje, no se puede hacer o queda muy forzado cuantas más colecciones o apariciones en otras tenga el susodicho.

3 - Los crossovers lastran las colecciones y obligan al lector a seguir algunas que no desea. Independientemente de cómo sea el crossover (que si de una miniserie con tie-ins, que suceda de una colección a otra, que sea sólo un cruce con diferentes autores de la colección...) lo cierto es que hay demasiados en muy poco tiempo, y sobre todo los editores pecan de ser demasiado ingeniosos a la hora de querer sacar dinero. Los hay muy acertados y los hay que son basura sacacuartos sin defensa posible, pero todos tienen algo en común: Interrumpen etapas. Y esto último es importante, porque a la hora de la verdad queda demostrado que el lector actual es más estricto que antes en cuanto al seguimiento de ciertos autores que, sin embargo, se ven obligados a interrumpir sus planes en una serie sólo porque el editor ha decidido que debe seguir las directrices de cualquier otro autor.

4 - El lector de superhéroes de siempre ha perdido por completo la sensación de credulidad. Esto se lleva desde los años 90, qué duda cabe, está claro que "todo cambia para seguir igual" y sólo algún que otro detalle acaba siendo realmente trascendente en alguna serie. Pero por desgracia, ya nadie se cree la muerte de ningún personaje, ni tampoco ningún cambio de status quo, de uniforme, de poderes, de identidad, ni nada de nada. Todo el mundo sabe que todo cambio está destinado a perderse en el futuro, esto es así y hay que aceptarlo como parte del "juego", pero es un "juego" que al final acaba cansando.

5 - La grapa es un formato en peligro de extinción. Esta frase ya se viene diciendo desde hace muchos años y lo cierto es que hay más grapa que nunca. Pero ahora entra en juego el recopilatorio, y hay muchas series nuevas que son sacadas directamente en tomo. Se nota cierta tendencia a la hora de valorar el cómic como un medio mucho más elegante de lo que parece a simple vista, más cerca de la novela y menos de la revista semanal de ocio de usar y tirar. Esto provoca que existan ciertas colecciones o etapas que merece la pena comprar en formatos más caros pero también más agradecidos. Y lo cierto es que las mejores series son las que se publican en estos formatos.

6 - Existe una gran variedad ahí fuera que merece mucho la pena explorar. Esta sería la parte que más me atañe a mí, personalmente. Y es que me doy cuenta de que no entiendo por qué tengo que estar con los cómics de siempre cuando resulta que hay tantos otros que me "llenan" mucho más y que además son conclusivos, cosa que me incita a ver cómo acabará todo y de qué forma. Por otro lado, también son cómics de autor, por lo que las versiones de los personajes y su propio entorno mantienen cierta coherencia e intencionalidad que, con series más longevas y que pasan por más manos, no logran mantener de ninguna forma. Aparte, los otros géneros están mucho menos estancados e invitan a ser descubiertos, pese a que no ser demasiado originales si se tiene en cuenta que están extraídos de otras artes como el cine o la literatura.

Estas son varias de las teorías que hay. ¿Cuáles pondríais vosotros? ¿Estáis de acuerdo con estas? Opinad y pasad un feliz año 2011.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Los Muertos Vivientes #8. Creados para sufrir.

No suelo comenzar a realizar reseñas de una serie de pocos números por uno cualquiera, normalmente me gusta ir desde el primero hasta el último. Pero con esta, con esta me sentía obligado a empezar por aquí. Y es que debo decir, muy sinceramente, que pocos cómics han logrado que exclame a grito limpio un "JODER" como en este caso, o pocos han habido que me empujen a apartar la cara disgustado, no por asco, sino porque sentirme afectado personalmente por algo, como si lo estuviese viviendo. Creados para sufrir, el octavo tomo de Los Muertos Vivientes, ha logrado en mí semejantes reacciones, amén de un mal cuerpo tras la lectura que pocas veces se me ha quedado por algo tan banal como este medio de entretenimiento.

Kirkman es un genio, no porque sea un escritor excepcional, ya que ni siquiera es un buen dialoguista, todo lo contrario, es espantoso poniendo palabras en boca de los personajes. Todos hablan igual, la verborrea en momentos límite es excesiva y poco natural, cuentan demasiado de lo que piensan cuando no todo el mundo se expresa tan abiertamente dando en todo momento su punto de vista, etc. Tiene sus lacras y defectos, qué duda cabe. Pero luego tiene unas virtudes que son realmente excepcionales, y que cuando las muestra en todo su esplendor y potencial te olvidas de todo lo demás. En Los Muertos Vivientes está realizando uno de sus mejores trabajos (el otro sería Invencible) precisamente porque está poniendo toda la carne (y nunca mejor dicho) en el asador.

A estas alturas de la serie es una obviedad decirlo: En esta colección los zombies son lo de menos, lo peor es la especie humana y su naturaleza visceral a la hora de enfrentarse a situaciones peligrosas o, simplemente, cuando decide actuar por su propia conveniencia. Aquí el guionista ha metido a un villano bastante repugnante y malvado, pero ha tenido la habilidad suficiente como para hacer que ambos bandos humanos (el que seguimos a lo largo de los números y el otro) sean lo bastante similares tanto en actos como en pensamiento como para que haya cierta ambigüedad. Pero esa no es la mejor virtud de este inigualable tomo, lo más impactante es el cambio radical de status quo al que se enfrentan los personajes. Todo es posible, nadie es insustituible, la muerte es algo rápido y tan injusto como en la vida misma y cuando llega, con personajes tan bien escritos como estos, es como un jarro de agua fría. No lo ves venir y además se sufre.

Por tanto, Creados para sufrir es ni más ni menos que el mejor ejemplo de lo que es esta serie: Un retrato apocalíptico en donde por muy malo que sea el peligro externo, el ser humano es el mayor peligro de sí mismo. Impresionante, doloroso y excepcional. Touché, Kirkman.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Pesadilla en Elm Street El Origen - Remake innecesario

Antes que nada, me considero fan de Freddy Krueger, pese a que aún me quedan dos películas de su saga por ver. El caso es que tenía mucho interés por el remake, desde que me enteré de que Jackie Earle Haley iba a encarnar a ese pedazo de personaje e iban a hacer una película mucho más seria y terrorífica del mismo, desprendiéndose del tono fantástico y cómico que caracterizó a la saga a partir de las secuelas de la original. No es que me disgustara ese tono de las antiguas, pero la verdad es que me tentaba mucho ver, por fin, una película de este terrorífico monstruo sacando los más espantosos temores de sus víctimas. Y es que, si en algo destaca esta saga, es en las mil posibilidades que ofrece. Freddy no tiene porque ser ese psicópata en serie con un arma que debe ser implacable y matar sin miramientos, también puede jugar con su víctima de mil formas diferentes en un contexto surrealista: pinchos, arañas, sustancias viscosas, lugares cerrados, explosiones, recuerdos reprimidos... Hay tanto material ahí, en los sueños, en las pesadillas, que sorprende que a nadie se le ocurriera una mirada más seria y de terror.

Pero me desilusioné pronto con el remake. Antes de verlo, pude echar un vistazo a un montón de críticas que ponían a caldo el filme con una argumentación en común: Es sosa y aburrida. Bueno, tras ver con mis propios ojos el desaguisado, lo cierto es que no me parece para tanto. No sé si es porque me han influido las quejas y he decidido ver el largometraje con el vaso medio lleno, pero como remake, dentro de lo que se suele ver, es bastante aceptable. De lo que no cabe duda, eso sí, es de que es soso y no aprovecha sus propias posibilidades. Yo siempre pensé que la original de Wes Craven se quedó corta, pese al ingenio mostrado en lo macabro de las muertes que muestra. Sin embargo, con esta nueva versión ahora tengo la impresión de que fue mejor de lo que me pareció en su momento, y es que las comparaciones son odiosas.

El mayor problema es que la película funciona de maravilla cuando copia literalmente los momentos de la original de Craven. ¿Esto que quiere decir? Pues que la palabra "innecesario" es la que más hace justicia a este nuevo filme. No porque sea un remake en sí, sino porque como tal no aporta nada trascendental ni reseñable al mito. Es simplemente una mirada más seria que ofrece una buena interpretación de un actor que, sin embargo, como Freddy se ve incapaz de hacernos olvidar a Robert Englund. Y no es que esto sea del todo culpa suya, es que tampoco le dan la oportunidad de hacerse destacar. Es decir, la dirección de Samuel Bayer es, como mínimo, demasiado típica. Técnicamente tenemos un filme bastante conseguido, pero no es capaz de aterrorizar lo que debería, el guión y la puesta en escena no lo permiten. El ritmo es torpe y las pesadillas muy pobres, no sólo en cuanto a dirección sino también en guión. En otras palabras, esta vez tenemos un Freddy más cercano al psicópata de siempre que a sí mismo. Su repertorio se reduce a zarpazos y a persecuciones. Es increíble que un contexto tan abierto como este no sea aprovechado. Añadamos a esto unos protagonistas de carisma casi nulo y comprobaremos por qué el filme fue un fracaso en crítica y público.

Por suerte, no todo es desastroso. Pese a todo lo mencionado, al menos no insulta al espectador y es capaz de narrarnos el origen del personaje sin la mojigatería que impera hoy en día a la hora de reversionar a los personajes de terror antiguos. Además, por lo menos, aunque no aprovechen los sueños, sí exploran las posibilidades que ofrece el insomnio, lo cual deja algunos buenos momentos en un filme que, aunque podía haber sido mucho más, al menos es bastante mejor que algunas de las espantosas (en el mal sentido) secuelas del personaje.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim VS the world - una adaptación fidedigna

No es raro que un trailer engañe. No han sido pocas las veces en las que se ha podido confirmar semejante afirmación, existen ejemplos de numerosas películas que han acabado siendo un desastre tras mostrar una campaña publicitaria esperanzadora. También se han visto casos contrarios, las agradables excepciones que confirman la regla. Y la verdad, este filme que nos ocupa tenía toda la pinta de ser uno de esos que no iban a estar a la altura de las expectativas, sobre todo porque cuenta con un par de trailers bastante espectaculares. Quizá esto se deba a que uno se hace cada vez más pesimista a medida que pasan los años y se suman las decepciones. Pero por suerte, en esta ocasión...

Scott Pilgrim VS the world es una de las mejores adaptaciones que jamás se hayan hecho. Ojo, eso no quiere decir que sea una buena película, pero es un trabajo tan extremadamente fiel al cómic que no sólo capta el tono del mismo con una naturalidad pasmosa, sino que además posee su propia personalidad como filme. De hecho, podría decirse que es la película que mejor refleja el espíritu de la cultura juvenil actual: Videoclips, videojuegos, cómics, moda, películas de acción... Es hija de su época, igual que la creación de O´Malley, autor del cómic, pero potenciada en este aspecto gracias a las posibilidades que ofrece el medio audiovisual. En otras palabras, es toda una proeza técnica que resulta realmente dinámica, divertida y original.

El guión, como es de esperar, sigue fielmente las páginas del cómic. Eso sí, habiendo leído sólo el primer tomo, ignoro si el resto estará más o menos calcado, especialmente porque el final todavía no se había publicado en el momento en que se rodaba el filme. En todo caso, se puede decir que el principio es una adaptación perfecta, a la altura de lo visto en Sin City y Watchmen, sólo que con un estilo todavía más complicado de trasladar a la realidad. No obstante, este filme resulta onírico y surrealista, es una comedia romántica en donde cualquier cosa puede suceder: los personajes pueden volar, efectuar combos, el entorno cambia según sus estados de ánimo, el tiempo y el espacio no son coherentes, las onomatopeyas y los iconos habituales del videojuego se pasean como si hubiesen estado en nuestro día a día desde el principio de nuestra existencia... En otras palabras, es todo un universo repleto de referencias y personajes estrambóticos por doquier. Con un ritmo endiablado que es capaz de mantener el interés a pesar de la linealidad de su propuesta. Y que, además, muestra una moraleja final de lo más inesperada. Como venía diciendo, y a riesgo de repetirme: como el propio cómic.

¿Había advertido en el segundo párrafo que no había dicho todavía que fuera una buena película? Pues bien, ahora lo confirmo: Es la nueva película de culto de esta época, esa que ha sido injustamente vilipendiada por las distribuidoras en España y el público en Estados Unidos cuando realmente merecía ser aplaudida y recompensada por mostrar tanto cariño con su propio material de origen. Luego nos quejaremos de si los estudios o los productores no dan libertades, viendo lo que pasa habitualmente con filmes como este... no me extraña.

Por cierto, si te gustó cualquiera de sus trailers, la película es exactamente igual de buena. No decepciona.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim #1 - Su vida y sus cosas.

Este es uno de esos casos en los que uno no sabe qué pensar. Creo que el gran éxito de Scott Pilgrim radica en su propuesta desenfadada, sin cortapisas, totalmente abierta a cualquier desmadre que al autor se le pueda ocurrir y con chistes referenciales de todo tipo. Por ello, se permite el lujo de ofrecer una historia que empieza de una forma que parece totalmente costumbrista, que comienza como si de un cómic independiente sobre la vida de alguien se tratara, en plan cotidiano, con sus relaciones amorosas, sus experiencias, sus amistades... Pero lo dicho, en un principio parece eso, lo de siempre, pero luego vemos que es algo más y de ahí viene la fama del cómic: cualquier cosa puede suceder. Lo mismo alguien rompe la ventana para entrar en una casa que se destroza un techo para hacer una entrada espectacular volando a ras del suelo. Y luego están las batallas, más propias de un Street Fighter o un manga pasado de vueltas que lo que parecía una pequeña novela costumbrista.

Resumiendo, Scott Pilgrim es novedoso por destrozar tópicos y salirse de lo establecido, aunque sea haciendo occidental el típico shonen desenfadado oriental. De lo que no cabe duda es que el canadiense Bryan Lee bebe completamente del cómic nipón, incluso por el estilo de dibujo (casi abocetado, pero expresivo, dinámico y, sobre todo, deliciosamente bien narrado) ya se puede predecir eso. La gracia está en que esta vez es desde un enfoque totalmente occidental y con mucho estilo propio. Parece fácil de hacer, pero de ahí radica el encanto: la aparente sencillez se difumina en cuanto uno se para a pensar en cuánto ha tardado en salir algo parecido a esto que haya poseído tanto carisma inherente y un universo de personajes tan propio como variado. A pesar de todo, aunque la novedad sea un plus muy a tener en cuenta, lo cierto es que la historia, por el momento, adolece de cierta complejidad e implicación personal, que es lo único que le falta para ser totalmente redonda.

Aunque claro, para ello ya están los siguientes tomos, a ver si la historia mejora o se vuelve más interesante todavía. Por el momento, seamos generosos con la nota, pero sin pasarnos, a la espera de ver si el desarrollo y el desenlace están a la altura de tan curioso arranque. 

Mañana, la crítica de la película.

martes, 23 de noviembre de 2010

Ultimate Vengadores - La nueva generación

Si hay un cómic que supuso un antes y después en el universo Marvel es Ultimates. Sí, incluso por mucho que a su vez estuviera influenciado por Stormwatch y Authority, tenía el tono del que más tarde bebería la franquicia vengadora, no sólo por el propio Mark Millar (que escribiría Civil War) sino también por Bendis, que incluso le daría por realizar una especie de "remake" encubierto de la segunda saga de Ultimates en el crossover de Secret Invasion. En otras palabras, no sería descabellado mencionar esta colección como una de las más importantes de la década pasada, al menos en sus dos primeros volúmenes. Después todo cambió con la llegada de Loeb y su Ultimatum, que darían la vuelta al status quo de la serie de forma irremediable, con varias muertes y todo patas arriba, sin mucho sentido y con un tono supuestamente transgresor que se quedó en la superficie, muy lejos de lo que su creador ofrecía con estas versiones peliculeras de los Vengadores.

Ahora Millar ha regresado, y lo hace sin Bryan Hitch, pero con Carlos Pacheco en su lugar. No cabe duda de que fue un regreso muy esperado y con un nuevo dibujante muy aplaudido. Esto último no sólo porque estemos hablando de un autor español, sino también porque muchos esperábamos ver su indudable calidad de nuevo en Marvel, tras tantos años en la competencia realizando tan excelentes trabajos. La premisa con la que regresan en la saga titulada La nueva generación es la siguiente: Ha aparecido un terrorista que pretende hacerse con el arma definitiva. Dicho villano está profundamente ligado al Capitán América, que tiene todo el derecho del mundo a vengarse de quienes le ocultaron su existencia, por lo que deciden capturarlo antes de que pueda hacer algo contra ellos. Mientras tanto, se crea un nuevo grupo de Ultimates para suplir el viejo que resulta harto peculiar.

En verdad, la premisa no es mala, la nueva versión del villano que aparece aquí es, de hecho, muy ocurrente y lo suficientemente diferente al original como para resultar fascinante. Aparte, tiene algún que otro giro sorprendente en donde los personajes, al final, no son lo que parecen. Hay un detalle en la conclusión que casi compensa la lectura de la saga. Digo "casi" porque por desgracia Millar carece aquí del pulso narrativo que poseía en volúmenes anteriores, y eso se nota en exceso, sobre todo a la hora de desaprovechar todos los conceptos que deja sobre la mesa. Es algo así como ver unos ingredientes excelentes en la cocina para luego realizar una comida que no sabe a nada. Esa es justo la sensación que se me ha quedado con esta saga, realmente atroz si tenemos en cuenta que las ideas son, como ya se ha dicho, más que buenas. Pero cuando se ven personajes tan repelentes, abominables e incluso despreciables como los que podemos ver aquí, sin ninguna pizca de profundidad, humanidad, historia, personalidad... no sólo la implicación con lo que ocurre es mínima, sino que además se queda en un "quiero y no puedo" al pretender ser un cómic fresco y atrevido. Al contrario, suena tan caduco como un cómic clásico verbórrico y casposo, es Millar copiándose a sí mismo y mal. No se diferencia mucho de lo que Loeb hizo en el volumen anterior, salvo por las buenas ideas, que al menos éste sí las tiene.

Y es que ni siquiera Pacheco está a la altura de lo esperado, aunque él por lo menos tiene la excusa de que le han endosado varios (ya les vale, para seis números que está) entintadores que no entienden para nada sus lápices. Sus páginas originales están expuestas por internet y dan una muestra muy clara de ello: El trazo limpio, grueso y para nada elegante de Dexter Vines y Danni Miki, entre otros, no hace ningún favor a la línea detallista y expresiva que tan bien sabía repasar el genial Jesús Merino. Pese a todo, esto no esconde la buena narración de Pacheco, aunque como diseñador de personajes no destaque tanto como debería, pero al menos sabe cómo organizar una buena splash page y está a la altura del mismo Hitch en cuanto al detalle y riqueza de fondos. Lástima que el guión no le permitiera explayarse mucho más, porque si algo puede ofrecer el dibujante gaditano es una épica de órdago que aquí brilla por su ausencia. No es de extrañar, pues, que la batalla final sea tan anticlimática como absurda en la forma de proceder tanto del villano como de los supuestos héroes. Todo muy decepcionante.

En definitiva, no la recomiendo para nada. Es más, no me parece muchísimo mejor que lo ofrecido por Loeb, sólo un poco más ingenioso gracias a varios detalles. Pero tampoco es que sea mucho decir y lo peor es que no hay visos de que la cosa vaya a mejorar. Qué lástima.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Spider-man - Integral de Frank Miller

Curiosa elección de material por parte de Panini. Si hay un personaje que cuente con una serie de sagas bastante recomendables y de cierto nivel, ese es Spider-man. No obstante, tiene la suerte de contar con dos tomos propios en esta colección de Marvel Héroes, lo cual ya dice mucho de su popularidad y variedad. Sin embargo, pese a tener material de calidad de sobra para ofrecer en tomos unitarios, lo cierto es que también es difícil sacar algo inédito de este personaje o que lleve mucho tiempo sin editarse. Por suerte, el nombre de Frank Miller también tiene gancho y casi todas sus obras se han publicado en España, sólo quedaba reunir su labor dentro de las series de Spider-man, que por fin se reúnen en un solo volumen para gozo del fan más completista.

Este integral de Frank Miller, al contar con números tan dispares realizados por varios guionistas, puede ser quizá el menos recomendable para el lector menos ocasional. Aún así, no cabe duda de que contiene un material muy interesante, especialmente el escrito por Denny O´Neill y un viejo conocido de la editorial: Chris Claremont. El de este último es especialmente reseñable, ya que se trata de un Team-Up muy importante, al tratarse de la primera aparición de Karma, mucho antes de que acabara como integrante de los Nuevos Mutantes. En pocas páginas (que actualmente darían para un par de sagas), el guionista conocido como “el patriarca mutante” logra describirnos la vida y personalidad del personaje, con la indispensable participación de los 4 Fantásticos y el asombroso Spider-man.

No menos curiosas son las historias de O´Neill, que no se corta al mostrar sus inquietudes políticas (aunque sea muy por encima, con Von Muerte halagando a Hitler incluso) en argumentos con un tono un poco más urbano, aunque no exento de misticismo en la historia del Dr. Extraño, que es quizá la más agradecida para Miller, que muestra su admiración por Ditko al tratar dos creaciones gráficas suyas. El Team-Up con Punisher, por otro lado, nos trae al Miller más próximo al que conocemos, más similar al que  veríamos en la serie regular de Daredevil. En este número O´Neill demuestra tener muy buena mano a la hora de tratar la relación entre dos personajes tan dispares como son Frank Castle y Peter Parker. Por lo demás, es una historia clásica contra el Dr. Octopus que no quiere hacer otra cosa que agradar y divertir, objetivo que consigue.

Pero no todo es tan fantástico, el tomo está completado por un Annual de la serie Team-Up escrito por un primerizo Miller que además está dibujando por un nada agraciado Herb Trimpe, que es sin duda lo peor de este integral. No sólo por el dibujo, torpe e infantil al lado del estilo mostrado por el autor de 300, sino también por el espantoso tratamiento que se realiza del Hombre Púrpura, villano que no cobraría gran importancia hasta la llegada de Bendis pero que aquí es, incluso, más ridículo que nunca, especialmente al estar tan mal enfocado su poder, que se supone que está relacionado con la vista pero aquí lo relacionan con la voz. Los numerosos invitados que se pasean por tan estrambótico y torpe número no hacen más que entorpecer un desarrollo ya de por sí aburrido. Un Miller escritor que, más que recordarnos al que nos sorprendió en los 80, parece más bien un anticipo del que nos encontraríamos por estas fechas.

El tomo está completado con un número que forma parte de una saga incompleta (en este tomo) de Bill Mantlo en Peter Parker The Spectacular Spider-man (toma ya), que es el más desafortunado de todos al no mostrar ni el comienzo ni el final de la historia. Pese a todo, las virtudes pueden más que los defectos dentro de esta irregular recopilación, especialmente recomendable para quienes tengan curiosidad por ver los trabajos inéditos de este autor.

martes, 16 de noviembre de 2010

Iron Man – La 2ª guerra de las armaduras

Extraño tomo el que nos ocupa. Escoger una historia de Iron Man no es fácil, su colección a lo largo de tantísimos años se podría tildar de irregular, siendo suaves. Pocas cosas se podrían escoger para satisfacer a todo el mundo, pero lo cierto es que al final la elección parecía más sencilla de lo que parecía. ¿Por qué no aprovechar el bombo con el que cuentan autores como John Byrne y John Romita Jr. para publicar una historia pedía a gritos su reedición tras tantos años sin salir por estos lares? Así es como se decidió publicar, en este coleccionable, tan reclamada saga.

Es la gran aventura de Iron Man, es decir, el pobre no tiene ni un respiro en los nueve números que componen este tomo. Por lo que podría decirse que la primera impresión que se tiene al acabar de leerlo es de perplejidad, una impresión más que justificada si se tiene en cuenta por todo lo que pasa el pobre protagonista sin pausa ni tiempo muerto, un enemigo tras otro, cada uno más mortal que el anterior, todos yendo a por todas y tratando de matar (pero de verdad) al hombre de la armadura, sin cejar en el empeño.

Este ritmo tan frenético es lo que más engancha de este tomo, es imposible resistirse ante tan intensa aventura, para poseer tantos números lo cierto es que mantiene interesado de principio a fin, con unos villanos muy convincentes (hasta Geoff Johns debería envidiar a Byrne por esto) y un superhéroe (con un gran secundario como Jim Rhodes haciendo lo imposible por salvarlo) que hace todo lo que está en su mano por adelantarse a la situación y, sobre todo, sobrevivir. Es pura aventura, de la mejor que puede ofrecer el género. La única pega que se puede encontrar reside en la magnífica pero inconclusa preparación del Mandarín para obtener el poder y el status que consigue al final del tomo. El no poder presenciar el enfrentamiento entre ambos hace que nos sintamos con ganas de más y nos deja con la desagradable sensación de que esto no ha terminado y, por desgracia, no veremos la conclusión.

Claro que nada de todo esto sería igual con John Romita Jr. en su mejor época, cuando su estilo había cogido forma y todavía no se había deteriorado, con una implacable e impactante fuerza visual que azota a la vista hasta en los planos más cotidianos. Convicción y solidez, esas son las mayores bazas de este artistazo, que realiza aquí uno de sus mejores trabajos, con unas splash pages impresionantes y un retrato inmejorable de los villanos. Es más, todos los dibujantes que pretendan realizar una buena versión del Mandarín deberían fijarse en la terrible sombra que deambula con tanta elegancia y convicción. Y todo esto sin mencionar las increíbles páginas de Fing Fang Foom, realmente muchos echamos de menos este Romita tan inspirado y majestuoso en su estilo.

En definitiva, una saga memorable cuya única pega es encontrarse inconclusa en una de sus subtramas. Es lo único que le ha faltado para alcanzar el sobresaliente.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Capitán América - La leyenda viviente

Escoger una etapa característica de este personaje es realmente difícil, más que nada porque ha quedado demostrado que si en algo destaca es precisamente en etapas longevas en donde se desarrolla su status quo, parte de su idiosincrasia (especialmente la relacionada con América y su política) y en donde se reafirman los villanos. Por ello, escoger la cortísima pero intensa etapa de Roger Stern y John Byrne en la colección no es si no una idea más que acertada para captar a todo tipo de lectores, aunque hoy en día los habrán que prefieran aventuras más modernas con dibujantes más propensos a splash pages y composiciones más atrevidas. Todo esto subjetivamente hablando, claro.

Este tomo se puede dividir en tres partes. La primera está dedicada a un villano llamado el Forjador de máquinas, que tiene una facilidad inusitada para crear clones realmente peligrosos de personajes poderosos, así como la habilidad de rescatar a un viejo enemigo del Capitán. En un principio, parece una aventura un tanto repetitiva y poco interesante, en donde el protagonista debe enfrentarse a las diferentes amenazas de su escondido enemigo, para acabar luchando contra éste en su propia base. Como se puede notar, una premisa típica que, sin embargo, al final acaba mostrando un inesperado desenlace en donde las intenciones del villano están muy lejos de resultar tan predecibles como el desarrollo de la trama. Una trama, que por otro lado, aparte de tener su interés en la citada conclusión, demuestra gran pericia a la hora de dotar de interés el lado humano y cotidiano del personaje.

La siguiente parte está compuesta por un solo número que, por sí solo, compensa con creces la compra del tomo. Se trata de un enfoque magnífico para el Capitán América, que de haber sido desarrollado en más números con la misma intensidad habría resultado todo un ejercicio de lo que debería ser la política, lejos de los charlatanes sin principios con los que desgraciadamente contamos ahora. Simplemente, un partido quiere contar con el superhéroe para presentarse a las elecciones presidenciales de América. Creen que con un candidato como ese no podrían perder, y estaban en lo cierto, pero nadie contaba con la humildad, sinceridad y sentido común de alguien como Steve Rogers, que de otra manera no podría ser el héroe que es.

La tercera y última parte está compuesta por dos aventuras: una de Baltroc y Mr. Hyde que se podría considerar la más floja del tomo que nos ocupa, aunque aún posea cierto carisma y diversión. Sobre todo a la hora de retratar a estos villanos tan dispares, que es obvio que no se iban a entender entre ellos, de ahí la gracia de tenerlos como supuestos aliados. Pero la siguiente saga tiene mucho más empaque, al mostrar a viejos (y nunca mejor dicho) miembros de los Invasores y un villano más temible, tratado con mucha mano y burlando el Comics Code sin perder del todo el tono sombrío y terrorífico (muy al estilo de la Hammer, posada incluída) que la historia pedía a gritos. Aunque claro, sin perder el tono clásico y superheroico en ningún momento.

En cuanto al dibujo de Byrne, en ese aspecto no estamos en su mejor obra. Pero pese a ese detalle, Byrne sigue siendo Byrne, es decir, el dibujo nunca resulta mediocre y la narrativa es la más adecuada, especialmente a la hora de reflejar las batallas. Además, caracterizando a los personajes y mostrando los enfoques adecuados según la situación es todo un maestro del arte secuencial. Quizá le faltara un poco del preciosismo que fue capaz de alcanzar en X-men, Alpha Flight o incluso en los 4 Fantásticos, aunque todo esto también puede deberse a la ausencia de su tocayo Terry Austin, el entintador que mejor entendió los lápices del dibujante, aparte de él mismo.

En definitiva, un buen tomo que reúne todo tipo de historias: ciencia ficción, política, aventura, terror... Y enteramente ilustrado por Byrne, ¿qué más se puede pedir?

jueves, 11 de noviembre de 2010

Los 4 Fantásticos - Imaginautas

Cuando Waid y Wieringo entraron en la serie de los 4 Fantásticos, los fans nos regocijamos con muy altas expectativas. Poco duró la alegría, el dibujante apenas realizó cuatro sagas y pocos números unitarios, entre invitados y polémicas varias con el editor, Quesada, que pretendía convertir la serie en algo más cotidiano y, en cierto modo, vulgar. Por suerte, aún pudimos disfrutar de unos cuantos números más de la serie con este equipo creativo, aunque ya no estuviera tan inspirado como lo estuvo en el clímax situado en la mitad de tan corta etapa. En otras palabras, la aportación de ambos autores no fue en absoluto despreciable, pero tampoco significó nada en la fascinante trayectoria del cuarteto.

Sin embargo, algo tendrán estos números para que puedan ser recomendados una y otra vez, ese algo es simpleza, una falta de pretensiones y un tratamiento entrañable de los personajes. Esto puede ser algo tan positivo como negativo en la práctica. Es decir, ver a Reed, a Sue, a Ben y a Johnny como siempre han sido denota cierta dejadez a la hora de enfrentarse a la idea de que estos personajes han vivido experiencias que deberían haberles dejado huella. Pero los cambios de madurez y personalidad (muy destacables, sobre todo en el caso de la Antorcha Humana) hace tiempo que ya fueron extirpados u obviados por otros autores. Los 4 Fantásticos, como franquicia que son, no pueden permitirse cambiar. Al menos Waid se molesta en retratarlos de forma que puedan resultar característicos para todo el mundo, tanto para el neófito de la serie como el que acaba de llegar.

Lo dicho, eso puede ser algo tan positivo como negativo, y esta saga es una muestra de ello: Empieza con una presentación muy adecuada para la familia, continúa con el dilema de la Cosa como monstruo siempre vilipendiado por la gente del barrio donde vivió en su juventud y acaba con dos aventuras que no dejan huella en absoluto en la historia de los personajes (para ello tendríamos que leer las tres sagas siguientes, que son lo mejor de la etapa sin lugar a dudas) pero sí cierta satisfacción en el lector menos exigente, gracias a un buen ritmo, grandes dosis de acción bien plasmada y un villano ocurrente. Por todo esto, no es de extrañar que estos números de Waid fueran seleccionados para este coleccionable. Esto es un cómic de superhéroes ligero, clásico y agradable, no reinventa la rueda pero divierte, que al fin y al cabo es lo mínimo que hay que exigir en una publicación de este tipo.

Además, el dibujo del fallecido Mike Wieringo (en paz descanse) es todo un ejemplo de simplicidad a favor del encuadre más adecuado, la narrativa más dinámica y la expresividad más divertida. Y por si fuera poco, si hay algo que llame especialmente la atención en este artista es el acertado estudio de la personalidad de los personajes que es capaz de reflejar. En todo momento es fácil adivinar qué piensan y que sienten. En fondos, por otro lado, también es muy acertado, a veces los disimula, pero cuando han de tener protagonismo, ahí están para demostrar la versatilidad del dibujante. Mark Buckingham, que se encarga de la última saga del tomo, suple adecuadamente al artista de la colección y aunque no cuenta con la misma destreza sí es capaz de mantener el tono.

Si a todo esto le sumamos un buen número unitario de Kesel e Immonen, no cabe duda de que nos encontramos ante un tomo recomendable para todos los públicos.

domingo, 7 de noviembre de 2010

All Star Superman - El mito actualizado

Superman se muere.

Esa es la principal premisa y reclamo de la última gran obra completa de Morrison y Quitely. Mucho se ha escrito del super-hombre, del superhéroe que lo originó todo y aquello que ha faltado por contar sobre él lo han protagonizado varios sosias entre los que se encuentran las versiones de Authority (Apollo), Supreme Power (Hyperion) o Supreme de Alan Moore. Pero lo cierto es que el original sólo parece protagonizar un cómic sobresaliente si se sale de la continuidad establecida o alterando su propio status quo, como si por sí mismo no fuera lo suficientemente interesante. Y la verdad es que un servidor lo encuentra aborrecible como personaje intachable, noble y boy scout perfecto y absoluto. En resumen, se podría decir que en general no suelo soportar a Superman.

Grant Morrison, sin embargo, ofrece una de cal y otra de arena según el proyecto al que se enfrente. Lo mismo  sorprende a todo el mundo en su reinvención de los X-men que se vuelve más épico y clásico en la JLA. Su variedad es tal que también es capaz de realizar uno de sus mejores trabajos con un personaje tan poco popular como Animal Man, reinventándolo y transformándolo en ese impredecible superhéroe que abarca tan numerosas posibilidades como también se enfrenta a las situaciones  más bizarras imaginables. Aunque no lo veríamos completamente desatado hasta Doom Patrol, o el Asco, series que pueden gustar o no, pero no dejan indiferente a nadie. Por otro lado, es capaz de escribir un relato turbio y agobiante como el de Arkham Asylum y luego rescatar el Batman más camp y ridículo en su propia serie regular. En definitiva, sus trabajos pueden gustar o no, pero lo que no se puede negar es que siempre busca la salida más complicada y más imaginativa en todos ellos. All Star Superman, por supuesto, no es una excepción.

Creerás que un hombre puede volar, rezaba la película de Richard Donner que tanto ha calado en los fans del superhéroe. Morrison, sin embargo, éste nos dice con esta obra: Creerás en Superman.

Es curioso que leyendo The Boys (de Garth Ennis y Robertson) me encuentre con el impresionante contraste que ofrece con esta otra obra, una lectura del superhéroe más colorista, endiosado e intachable que jamás se haya visto, sin ningún atisbo de ambigüedad o turbias intenciones. Pero lo increíble es que, además, logre convencernos con tan clásico tono en los tiempos que corren, hasta el punto en que logra emocionarnos con las proezas del superhombre, todo lo que le ocurre, todo lo que intenta hacer, todo lo que inventa, la complejidad y naturalidad de su mundo, sus secundarios, sus "trabajos", sus amores y, en definitiva, su nobleza incuestionable. En otras palabras, llegas a adorarlo.

La música de John Williams retumba en nuestros oídos en todo momento, es el acompañamiento perfecto mientras vemos a Superman protagonizando las aventuras más divertidas, imaginativas, fascinantes e interesantes que haya tenido en muchísimo tiempo. Quizá se trate de una afirmación  un tanto exagerada, pero la verdad es que existen pocos cómics del personaje más completos que este, o que al menos ofrezcan la visión del superhéroe más clásica, pura y, a la vez, moderna y transgresora en algunos puntos. Todos los elementos que nos horrorizaban de la ingenua pero imaginativa Golden Age están aquí, actualizados y mejorados, presentados de una manera tan natural y orgánica que resultan incluso lógicos dentro de su propia lógica interna. En verdad no existe nada en estas páginas que sea realmente original, pero el tratamiento en sí  supone la diferencia, ya que presenta momentos inolvidables y frases memorables. All Star Superman es carisma pura, con un Frank Quitely soberbio cuyo brazo parece ser, una vez más, una extensión de la mente de Morrison, que parece alcanzar la plenitud de sus posibilidades con los lápices de este artista.

En definitiva, este es un cómic que representa la antítesis de lo que suele gustar hoy en día en el género  y sin embargo es capaz de fascinar al fan más reacio a este tipo de combinación de elementos fantásticos. Es magia, simple y llanamente, puede encandilar o puede que no, pero lo que sí está claro es que no deja indiferente.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Patrulla-X Oscura - La gran miniserie del Reinado Oscuro

No es, ni mucho menos, la primera vez que se realiza una miniserie a raíz de algún concepto atractivo (o no) proveniente de algún crossover de éxito. Ejemplos hay a patadas: Dinastía de M: Civil War, Skaar a raíz de Planeta Hulk y World War Hulk, X-Force nace a raíz del Complejo de Mesías... El caso es exprimir la gallina de los huevos de oro, sólo que algunas veces se nota más la intención sacacuartos que el hecho de desear contar algo de cierto empaque y calidad. El caso de la Patrulla-X Oscura, que viene a raíz del Reinado Oscuro (¿la crisis sube la luz y a las editoriales se la han cortado? ¡cuánta oscuridad!) y más concretamente del evento conocido como Utopía. Un evento que, ya de por sí, no estuvo lo suficientemente aprovechado como para justificar una serie como esta, protagonizada por los pocos miembros que quedaron de la peculiar Patrulla-X de Osborn. Sin embargo, Paul Cornell demuestra que, por mucho que te encarguen trabajos alimenticios con el único pretexto de obtener beneficios, siempre puedes realizar algo de calidad si eres lo bastante habilidoso y estudias tus posibilidades.

Y Cornell, digamos que aprueba con sobresaliente.

Asombroso, es la palabra. Es increíble cómo una miniserie que no se presagiaba ni tan siquiera interesante ha acabado siendo lo mejor que se puede encontrar sobre mutantes desde que Whedon abandonó la franquicia y Carey terminó su periplo con Xavier en solitario en X-men Legado. Cornell se convierte en un maldito mago, no sólo caracteriza notablemente a los personajes, sino que realiza el que puede ser el mejor tratamiento que se ha hecho jamás de Norman Osborn, tanto como personaje como de villano. Es su mejor acción en todo el Reinado Oscuro, la más inteligente, la más ingeniosa y desde luego la más acorde con su personalidad. Cornell utiliza a la Patrulla-X Oscura como pretexto para narrar una de las mejores batallas psíquicas que se han escrito jamás: vertiginosa, repleta de giros, diálogos mordaces, ambigüedad absoluta y el mejor regreso posible para un personaje que nunca había sido tan atractivo. En otras palabras, en una sola miniserie de cinco números, Cornell exprime lo mejor del Reinado Oscuro.

Si a todo esto además añadimos el indudable atractivo de contar con Leonard Kirk a los lápices, no cabe duda en que nos encontramos en una de esas obras con las que uno no se puede resistir. Uno pensaría que el equipo creativo que tan buenos resultados dio en Capitán Britania y los MI-13 perdería fuelle en terreno presuntamente desconocido para ellos. Pero nada más lejos de la realidad, hasta el propio Kirk se muestra ágil, dinámico y más que capaz a la hora de captar las asombrosas ideas de Cornell.

En definitiva, toda una sorpresa a tener en cuenta. Nunca imaginé que lo mejor de los mutantes estaría en una miniserie como esta. Si me preguntáis, creo que si no fuera porque el guionista se ha ido a la competencia, diría que la salvación de la franquicia mutante reside en Cornell, es más que capaz de dirigirla él solito.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

100% Marvel: Daredevil #1: La mano del diablo

Desde que el personaje entró en el sello Marvel Knights no ha hecho más que saltar de una etapa a otra con una calidad media inaudita, como ninguna serie la ha tenido durante tantos años seguidos. Primero fueron Kevin Smith y David Mack en dos sagas que sólo tendrían en común el excelente dibujo de Joe Quesada (antes de empeorar tan drásticamente), luego llegó Bob Gale con la que quizá sea la historia menos trascendente, luego Bendis con una etapa de la que todos hemos hablado ya, más tarde Brubaker cogería el testigo para seguir con una labor continuativa más que digna y, finalmente, llega Diggle para coger el timón sin perder el tono que la serie estaba sosteniendo hasta el momento. Un tono de serie negra que le viene como anillo al dedo.

Pero no todos manejan ese tono con la misma soltura.

Y lo digo sobre todo porque Daredevil no ha sido siempre serie negra y lleva demasiado tiempo siendo un personaje trágico y al borde del abismo. Cuando eso ocurre, cuando el tono puede más que el personaje en sí, la colección se torna algo repetitiva y quizá agobiante para un lector hastiado de leer siempre la misma situación tensa y aparentemente insalvable. Esto ya pasaba con la etapa de Brubaker, donde estaba además el plus de que Matt Murdock no lograba ser el personaje frío, inteligente y calculador que era en la etapa de Bendis, tan sólo era un pelele en manos de los secundarios (sean villanos o gente con intenciones más benévolas), que eran los que realmente llevaban la función. Por eso mismo, dicha etapa me supuso una pequeña decepción que hizo que esperara con muchas ganas la actual etapa de Diggle. Sin embargo, este primer tomo que reúne los siete primeros números de su nueva andadura no ha logrado ser sorprendente, ni tan siquiera aportar algo más que ya hicieran los autores anteriores.

No dudo de la destreza del guionista para estos menesteres, pero en esta colección, aunque lo hace correctamente y respetando con soltura la labor del escritor que le precede, no está siendo nada diferente ni especial. La idea de un Daredevil en manos de la Mano es atractiva e interesante, sobre todo porque resulta impredecible adivinar si Matt podría acabar en manos de ellos y no al revés, que es lo que pretende el maestro Izo. El problema de todo este asunto es el tratamiento y desarrollo de la saga, cómo se está llevando a cabo la premisa, y aunque Diggle no lo hace mal, como ya se comentó en párrafos anteriores, tampoco destaca. Es un poco lo mismo de siempre: Personaje al límite, figura trágica, pose trascendente, tono oscuro y ambiguo... Nada nuevo bajo el sol, nada nuevo en la colección y, para colmo, se escribe una Mano que pierde prácticamente todo el carisma, al ser presentada como una banda de mafias mundial con secundarios de poca monta. Muy poco misticismo y muy absurdas algunas situaciones, especialmente la que tiene que ver con el rito de iniciación. Hay momentos que se sostienen con alfileres, porque si la Mano fuera realmente efectiva, Matt ya no estaría ahí de ese modo.

En definitiva, la trama consigue mantener el interés, pero no sorprende, ni impacta, ni tiene nada en particular que lleve a pensar que está bien meditada y urdida. Un cómic con una premisa tan atractiva que se vuelve algo anodino y poco memorable fracasa más que uno con menos pretensiones. Y, para colmo, con dos dibujantes en lugar de uno. Prescindible.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Astonishing X-men - Ghost Box (Caja Fantasma)

En verdad, pocas labores más arduas y complejas se me ocurren en el mundillo del cómic USA que sustituir a grandes autores que marcaron cierta tendencia durante una etapa concreta. Algunos equipos creativos, de hecho, marcan a muerte una colección durante un tiempo, es lo malo de las creaciones cuyos derechos no los poseen los creadores o no tienen un final concreto. Hablo de series como Spider-man, Daredevil, X-men... cualquiera de las protagonizadas por los personajes del universo Marvel o el universo DC. Grandes ejemplos podemos encontrar para afirmar que es muy difícil que una colección vuelva a remontar tras haber ofrecido algo magnífico durante una temporada. Pasó en Daredevil con Miller, pasó en Hawkman con Johns, pasó en X-men tras Morrison y ahora está pasando en esta serie de Astonishing tras Whedon.

La sombra de Whedon y Cassaday es alargada, por lo que Ellis y Bianchi se enfrentaban a la inevitable memoria de una etapa compacta y memorable. Por muy bien que lo hicieran, siempre serían observados bajo el prisma de lo visto anteriormente, las comparaciones se vuelven inevitables, así como las altas expectativas. Y lo cierto es que Warren Ellis es uno de los guionistas más imprevisibles e irregulares que se pueden encontrar hoy en día, lo mismo ofrece una maravilla (sus Thunderbolts los metería en dicha categoría) que basura ilegible (la trilogía de Ultimate Galactus), por lo que la polémica estaba servida. Aún más con el acompañamiento de los lápices de Bianchi, con un estilo completamente opuesto al visto por Cassaday.

La trama es más simple de lo que parece a simple vista: El grupo principal capitaneado por Scott Summers se enfrenta a un misterioso asesinato de alguien o algo que parece un mutante pero no lo es, las investigaciones del homicidio llevarán al equipo a viajar por diferentes partes del mundo para enfrentarse a un viejo conocido que urdirá un ambiguo plan para detener una amenaza que podría acabar con el mundo entero. A grandes rasgos y sin "spoilear" demasiado, esa es la trama de esta saga titulada Ghost Box (Caja fantasma, literalmente), una trama que gracias a la verborrea de Ellis y a un torpe desarrollo parece mucho más de lo que es cuando en una relectura se explora su intrigante premisa. Es el problema de los guiones que pretenden ocultar un gran misterio, si éste no resulta lo suficientemente impactante el resto debe auparlo con grandes momentos o un desarrollo impecable, que es precisamente por donde más cojea la saga.

Profundizando en ella, podemos encontrarnos con las típicas contradicciones del heroísmo, la fina línea que separa lo que está bien de lo que está mal. El "villano" (mucho énfasis en las comillas) no parece tal cosa en cuanto se observa la forma en que los X-men lo solucionan todo, quizá con un poco de hipocresía por su parte. Esto puede crear cierto conflicto a la hora de certificar si esos comportamientos son coherentes con los personajes que los cumplen, por lo que existe cierta incomodidad al ver lo mucho que han cambiado, aunque Ellis demuestra de sobra que los conoce mucho mejor que otros guionistas que ni siquiera se molestan en leer la etapa inmediatamente anterior a la que van a escribir. Por lo que saltamos a las virtudes que la saga posee, que se encuentran en unos más que competentes diálogos que no tienen mucho que envidiar a los mostrados por Whedon, con unas interacciones entre personajes realmente fantásticas, como puede ser la de Emma con Ororo, que está realmente genial y debería ser un referente a la hora de volver a escribir a ambas juntas. Aparte, si existe un personaje desaprovechado y mal utilizado hoy en día, esa sería sobre todo Ororo Munroe, que en manos de este guionista por fin muestra ciertos destellos del carisma que poseía antaño que son muy del agrado del fan mutie.

Por otro lado, Bianchi no logra que nos olvidemos tampoco de Cassaday, y no será por no intentarlo, ya que su lápiz es preciosista, detallado y compositivamente maravilloso en cada página que realiza en esta saga, superándose a sí mismo. Sin embargo, todo este bello barroquismo esconde una lacra, ya que mientras que las composiciones de páginas (con las viñetas y los encuadres más variados que uno pueda concebir) son realmente imaginativas, no se puede decir lo mismo de una narrativa harto confusa y por momentos asfixiante que no da la impresión de que los personajes "respiran" o se muevan, están gélidos en sus poses, lo cual impide que nos impliquemos del todo en la trama. Aparte, los diseños no son lo mejor, con un toque demasiado sci-fi (acorde con lo que suele mostrar Ellis en sus series más personales, pero no con los X-men) que se torna demasiado surrealista en ciertos momentos, sobre todo en lo que se refiere a algunas criaturas que poseen un diseño que raya el exceso.

En definitiva, no es el mejor trabajo de Ellis en la editorial, pero tampoco el peor. Unos grandes diálogos y una trama original no impiden que el resto de los defectos hagan mella a algo que podría haber estado mucho mejor aprovechado. Pese a todo, gracias a la personalidad de sus autores y sus intentos por ofrecer algo nuevo, sobresale de la media que los mutantes nos tiene acostumbrados últimamente.

jueves, 28 de octubre de 2010

The Walking Dead - Episodio piloto

Lo cierto es que en la vida he visto ninguna serie de terror. Sé que Los Muertos Vivientes (que es como se conoce The Walking Dead en España) no son una novedad al respecto, pero al ser la primera que veo de estas características ello le otorga un plus a la hora de dar mi veredicto. Un veredicto algo apresurado, pues yo soy de los que prefieren valorar una serie (y reseñarla) por temporadas y no por capítulos, nunca me ha gustado, personalmente, decir si una serie es mala o no sólo por el capítulo piloto, ya que nunca se sabe cómo pueden ir desarrollándose los acontecimientos y si mejora o no la cosa. Grandes ejemplos he tenido con The Wire, Los Tudor y ahora con Boardwalk Empire, cuyos primeros capítulos no parecen gran cosa, pero porque sólo suponen una presentación de algo que se cuece para estallar en capítulos posteriores. Y la verdad, esta serie estaba teniendo en su primer episodio (pre-air, además) unas críticas excelentes, tanto que hasta estaba dispuesto a ser quisquilloso para no parecer un autómata persuadido por la masa. Pero las cosas como son, es imposible ser quisquilloso con algo tan cuidado como este capítulo, probablemente el mejor piloto que he visto nunca en una serie. Digno de un filme de categoría.

Los Muertos Vivientes narra las pericias de Rick Grimes, un ayudante de sheriff que se ve metido de lleno en un mundo post-apocalíptico tras despertar de un coma producido por un disparo. No reconoce nada de lo que ve a su alrededor y su misión es, aparte de sobrevivir, tratar de encontrar a su esposa e hijo perdidos. Se trata de una adaptación del célebre cómic de Kirkman y Tony Moore (al menos en su primera saga), que ya de por sí se encuentra influenciado por las películas de Romero y 28 días después. Lo cual suponía un handicap bastante serio a la hora de enfrentarse a su versión de imagen real, pues podría sonar como a más de lo mismo. Por suerte, aunque no sea el colmo de la novedad, tiene un comienzo tan bien plasmado que puede entrar entre lo mejor que se ha hecho del género estos últimos años sin tan siquiera despeinarse.

Menos diálogo, aunque más coherente y desde luego más acorde a la personalidad de los personajes (algo en lo que suele fallar mucho Kirkman, que en todos sus cómics hay parrafadas extensísimas en donde se explican todos los detalles, aquí no se ve nada semejante), con un ritmo pausado pero impecable, más lento que el del propio cómic pero más emocionante al centrarse en detalles tan magníficos como el simple hecho de ducharse con agua caliente o el lamentarse por la pérdida de alguien irrecuperable. Aparte, todo esto permite una mayor credibilidad a la hora de narrar la trama, ya que realmente da la impresión de que el protagonista está pasando por un auténtico infierno, al tener que sobreponerse ante tantos baches. Por otro lado, también podemos encontrar una preparación de los acontecimientos venideros que no tiene lugar en el cómic y que es todo un acierto, ya que viene muy bien a la hora de redondear el argumento. Si a todo esto le añadimos una dirección impecable y una ambientación digna de las mejores películas de zombies, podemos decir sin atisbo de dudas que nos encontramos ante una adaptación más que excelente (diría que superior al cómic en que se basa, al menos de momento) que podría situarse entre lo mejor que ha realizado Darabont.

Por tanto, las críticas no han sido exageradas, realmente nos encontramos ante una de esas series que vale la pena seguir. Lástima que no vayamos a contar con la firme dirección del director en los siguientes capítulos, pero con que mantengan el ritmo y la ambientación, mejorando el argumento como vienen haciendo, ya sobra para dejarnos en vilo y con ganas de más.

domingo, 24 de octubre de 2010

A dos metros bajo tierra: Temporada 1 - Los Fisher y sus cosas

Sé que a este paso voy a parecer el loco de la HBO, sobre todo porque la siguiente serie que quiero ver, aparte de Sherlock, es la famosa Los Soprano. El caso es que la mayoría de lo que ha salido de esta cadena ha tenido unas críticas impresionantes, y esta creación de Alan Ball no es una excepción, de hecho es una de las más valoradas dentro de su extraña propuesta. Y es que no se puede decir que sea una serie del montón en cuanto a la premisa: Una familia norteamericana aparentemente puritana y conservadora que se encuentra metida dentro del negocio familiar que consiste en una empresa de funerales asiste a la muerte del patriarca, fruto de un inesperado accidente. Tras esto, veremos cómo la unión de todos los componentes de la familia propiciada por este desafortunado incidente hará que cambie la vida de todos y cada uno de ellos. Cada personaje tiene su importancia, ya que a cada uno le afectó de una manera distinta el hecho de tener que vivir siempre bajo la sombra de los funerales a los que han tenido que asistir y presenciar.

En otras palabras, la muerte afecta, pero no a todos por igual. Se trata de una serie coral que tiene por todas partes la huella de su creador, y es que Alan Ball, famoso por American Beauty y True Blood, no siente pudor alguno a la hora de sacar a relucir toda la hipocresía de la sociedad norteamericana más conservadora y radical. Eso sí, en este caso sin morbo alguno, siempre desde una perspectiva muy objetiva donde los personajes razonan y se mueven según sus intereses y el efecto que crean sus acciones sobre los demás, como la vida misma. En este aspecto se podría decir que, a juzgar por esta primera temporada, es la mejor obra de su creador, ya que nunca se habían expuesto de una forma tan clara y poco maniquea las diferentes contradicciones de nuestra sociedad. No se corta ante nada a la hora de presentar tabúes: las relaciones incestuosas, la aceptación o marginación de los homosexuales, lo que debería aceptar y no aceptar Dios y la Iglesia, la fina línea que separa la locura de la cordura, los psicólogos y sus falsos remedios, el adulterio como algo medianamente aceptable, la aceptación o negación de la muerte, la forma en que la afrontamos, etc.

Y todo siempre bajo una misma estructura, cada capítulo comienza con un nuevo funeral, sin que eso impida que el resto de las tramas sigan evolucionando sin prisa pero sin pausa, y lo curioso es que todas con la misma intensidad e interés, en eso esta temporada es absolutamente redonda. Ninguna molesta o impide seguir la serie, todas confluyen orgánicamente y ni te percatas de la complejidad de la estructura presentada a la hora de seguirlas todas, realmente estás interesado por saber qué será lo próximo que ocurrirá en la extraña vida de los Fisher (el apellido de la familia) y qué más trapos sucios se mostraran. En ese aspecto, es muy similar a lo que sería más tarde la otra serie que afrontaría Alan Bell: True Blood, sólo que con los vampiros no se mostraría en absoluto tan atinado como lo estuvo aquí. Por compartir, hasta son similares en cuanto al increíble humor negro que destila la serie, que se combina magistralmente con unas memorables escenas de dramatismo en donde consiguen emocionar. A todo esto sumémosles unas gotas de surrealismo y nos encontraremos con una receta con mucha personalidad.

Lo dicho, una serie excelente, su primera temporada se basta y se sobra para ser recomendada. Sorprendente, diferente y sin tapujos, de lo mejorcito que he tenido la oportunidad de ver en televisión, lo mismo te sobrecoge que te divierte. En una palabra: fascinante.

martes, 12 de octubre de 2010

The Wire, Temporada 5 - El fin justifica los medios

No es una de las series más longevas, pero sí una de las que parecen tener un recorrido en donde todo cambia para acabar siendo igual. No es ningún misterio, tampoco, que The Wire sea realmente la historia de toda una ciudad, la historia de Baltimore y un sistema corrupto desde sus cimientos que, como una enmarañada red, nos cubre y arrastra a todos, incluso aunque estamos drogándonos por las calles. Sin que pretendamos estar dentro, seguimos formando parte de él, tal es su poder y tal es su función. Por ello, lo más destacable de la serie acaba siendo su capacidad para mostrar los entresijos de la realidad de nuestro día a día. En la primera temporada se centraron en el cuerpo de policía, en la segunda en el FBI y los sindicatos portuarios, la tercera se centraba más en los senadores y el dinero negro, la cuarta dedicó su tiempo al sistema educativo y las elecciones. ¿Qué quedaba entonces por tratar después de haber utilizado figuras tan ilustres como senadores, alcaldes, agentes del FBI, sindicalistas, comisarios, tenientes, profesores, tutores, detectives, traficantes, capos y demás? Pues la respuesta es obvia, y sorprende que tardaran tanto en mostrarlos: los periodistas.

Y, curiosamente, en ellos tenemos el tratamiento más superficial y menos potente, por así decirlo, de la serie, en lo que se refiere a un aspecto antropológico de la misma. No es porque estén mal tratados, ni mucho menos, ya que al menos su día a día se muestra sin moralina de ningún tipo, ni maniqueos y con cierto interés. Pero tras unas miradas tan sesudas en lo que a política y sistema educativo se refiere, queda muy por debajo de los análisis mostrados anteriormente y eso se nota, las expectativas son demasiado grandes como para hacer simplemente algo correcto. Además, esta vez no muestran a nuevos secundarios que estén a la altura de los de siempre, aunque aquí también habría que hacer hincapié en que, honestamente, los de siempre nunca habían estado mejor. Es decir, se nota el paso del tiempo, la evolución dentro de sus propios estatus, los enfrentamientos entre ellos, el nivel implicación de todos ellos cuando se encuentran en otra situación económica bastante precaria dentro del mismo departamento de policía de Baltimore. En definitiva, aunque esta temporada se muestre más tímida en lo que al nuevo escenario se refiere, al menos en las investigaciones policiales y los entresijos del ayuntamiento nos sorprende, y mucho.

De hecho, si cogieran la trama principal y le dieran un desarrollo similar al mostrado a lo largo de estos vertiginosos capítulos, sin centrarse tanto en el periódico The Sun y en el resto de los personajes para realizar una película sólida, sería una verdadera joya de las que no se ven en cartelera. Lástima que el conjunto no sea tan redondo, aunque sea un final más que digno para sus personajes, ya que es casi imposible no emocionarse ante las que pueden ser sus últimas correrías dentro de sus respectivos papeles. Son demasiados como para olvidarse de cada uno de ellos: Kima, Jimmy McNulty, Bunk, Lester Freamon, el carismático Bubbles, Omar, Marlo, Cedric Daniels, Rawls, Colvin, Carcetti, Scoop, Michael, Pretz... Basta con que cualquiera de todos ellos aparezca unos segundos en pantalla tras no haber aparecido durante ocho capítulos para emocionarnos. Y esa es la verdadera grandeza de la serie, no sólo es un excelente retrato de una sociedad manipulada y manipuladora hasta el punto en que los más nobles deben mentir para intentar hacer las cosas bien, sino que también contiene un inigualable plantel de secundarios y protagonistas del que es imposible desatenderse. Además, resulta impresionante la forma en que se cierra el círculo: Todo cambia, para seguir igual. Los papeles continúan, sólo los rostros varían.

Esta es la historia de Baltimore, esto es The Wire. Ahora a ver cuánto tardo en ahorrar un viaje para visitar esas calles cuando pueda. Eso sí, evitando las esquinas y con la supervisión de la policía, y sólo si Carcetti me promete su excelente programa de protección de testigos.

martes, 5 de octubre de 2010

The Wire, Temporada 4 - La pérdida de la inocencia

Esta debe ser la primera serie con la que aguanto cuatro temporadas seguidas de forma regular. Aunque claro, nunca he sido muy de seguir series, ni tan siquiera si las echan por televisión, salvo si son de comedia. Pero el caso de The Wire es distinto, tras una tercera temporada realmente fantástica (de hecho, no sabría si decir que es mi favorita, porque cada una tiene sus virtudes) me lancé de lleno a ver esta cuarta con unas ganas enormes que se vieron acentuadas a medida que avanzaban los episodios. Eso sí, cabe realizar una aclaración: The Wire es una serie que mejora considerablemente con el tiempo, cuando ves el desarrollo de los personajes y, sobre todo, el mundo que les rodea, que cada vez es más amplio y más rico en todas sus facetas, detalles y hasta enfoques sociológicos. Pero lo que sí es cierto también es que se trata de una serie difícil de ver en un principio, cuyos primeros capítulos se suceden lentos y con pocas dosis de acción. Si eres alguien que quiere resultados inmediatos, un ritmo fulgurante y que espera ver una sucesión de acontecimientos dramáticos intensos a cada minuto, esta no es tu serie. Sin embargo, en esta cuarta temporada, ha sucedido lo que no esperaba que fuera a ocurrir: los capítulos se suceden con una agilidad asombrosa y se hacen tan cortos que anhelas ver otro cuanto antes, sólo para ver qué ocurre. 

Si hay algo que hay que destacar principalmente de esta temporada es justo eso, su capacidad de enganche e intensidad desde el primerísimo capítulo, superior en este aspecto a lo visto con anterioridad. Lo curioso es que tampoco lo necesitaba, sólo bastaba con sus maravillosos personajes y su tratamiento de la ciudad de Baltimore, con el día a día del trabajo de todos los integrantes de la compleja trama. Pero es que en esta ocasión nos revelan el estado de los colegios y de cómo los chavales empiezan a meterse en las esquinas a vender droga. Vemos todo el proceso de cómo unos jóvenes comienzan a hacer "carrera", por decirlo de alguna manera, en la intrincada red de traficantes en la ciudad de Baltimore. Algunos logran escapar, otros permanecen en ella ascendiendo peligrosamente y otros... simplemente, se dejan llevar por la marea. El caso es que todos tienen su papel dentro de todo este tinglado, independientemente de su situación. La evolución del grupo de chicos en los que recae el protagonismo de esta temporada es sin duda lo más atractivo de la misma, ya que son probablemente los mejores personajes de toda la serie, por lo impredecibles que son y lo terrible de sus situaciones. Es más, no se puede esperar siquiera un final feliz para todos ellos, y nunca nada es lo que parece, nada sucede como uno cabría esperar.

Por otro lado, los personajes viejos (y nunca mejor dicho) tienen la difícil misión de intentar salvar a alguno de ellos. De hecho, de una forma bastante lógica y hasta natural, cada uno intenta hacer de progenitor de otro, lo que nos lleva a pensar por qué unos consiguen salvarse de un destino poco agraciado y otros no. Las clases en Baltimore son implacables, mucho más incontrolables que las propias esquinas, precisamente por las pocas defensas del profesorado. Antiguos policías  que pasan a engrosar las filas de educadores comprueban eso mismo en sus propias carnes, echando de menos el trabajo que realizaban antaño, quizá más peligroso pero menos estresante. Y es ahí donde encontramos la principal novedad de la temporada: No existe un trabajo policial protagonista, por culpa de una serie de acontecimientos políticos (Carcetti se convierte en un personaje principal a tener en cuenta) el equipo de investigación de Daniels desaparece y personajes como Kima, Freamon y McNulty se vuelven más secundarios, aparecen poco y sólo por el final cobran cierta importancia. Por lo que el traficante principal: Marlo, puede actuar por sus anchas, sin apenas resistencia, más allá de Bunk y un Omar inspiradísimo. Por lo que, en resumen, la serie se ve considerablemente más interesante gracias a la sustitución del trabajo policial por el del trabajo educativo, que es sin duda de lo mejor que se ha desarrollado y expuesto durante el transcurso de la misma.

En definitiva, ¿qué más se puede decir? No deja de sorprender, ninguna temporada es igual a la anterior y no importa que cada vez se sumen más y más personajes, la serie no sólo no pierde fuelle, sino que es cada vez más compleja y estimulante. Esto no va de traficantes y policías, es la maldita historia de una ciudad. Increíble.

lunes, 27 de septiembre de 2010

The Wire, temporada 3 - Antropología social

Con las terceras temporadas tengo cierto pánico. No me miréis así, yo no tengo la culpa de que cada serie que he visto hasta el momento haya tenido un bajón impresionante precisamente por esos capítulos. Me ha pasado con True Blood, con Héroes y Perdidos (Smallville no cuenta, me parece igual de espantosa en todas sus temporadas). Con The Wire no pensaba encontrarme con un fracaso estrepitoso, pero sí con algún bajón, ya por pura superstición. Sin embargo, con esta tercera he podido, por fin, saber de qué va realmente esta serie.

Y es que no va de policías y traficantes, ya sabíamos desde el primer capítulo que esto no iba de buenos y malos tratando de pisarse entre sí, pero uno creería que los traficantes y los policías eran los principales protagonistas. Pero no, la serie va del sistema, no gira alrededor de quién obtiene la victoria o quién es moralmente superior a quien, aunque dé algunas lecciones al respecto. Sino que funciona como una crítica visceral hacia nuestro imperfecto sistema legal, repleto de gente hipócrita que trata de sobrevivir en el mismo manteniendo su trabajo y su estatus social. En otras palabras, bienvenidos a la jungla social, a la experimentación del control no ya del dinero, sino de tus propios semejantes. Ver esta serie es como quitarse una venda ante las auténticas verdades del entramado y complejo mundo en el que vivimos, el que nosotros mismos hemos construido, del que no podemos salir porque siempre habrá quien nos recuerde que es imposible escapar si no es sumiéndose en la pobreza y decadencia más absolutas. Si no, que se lo digan a Bubs y a su colega.

Entre todo esto, Baltimore es cada vez más y más problemática. El crimen asciende, los políticos exigen números más bajos, algunos peces gordos se ven con el agua al cuello y presionan al resto para que obtengan resultados inmediatos, las esquinas están cada vez más frecuentadas por vendedores de droga y, para colmo, hay una terrible guerra de bandas propiciada por un Avon Barksdale que está dispuesto a reclamar lo que es suyo mientras Stringer Bell hacía la vista gorda durante su sustitución como capo del negocio. En otras palabras, Baltimore es un hervidero a punto de estallar, repleto de muertes y víctimas. Sorprende cómo caen hasta los personajes más importantes, algunos secundarios incluso reciben una solemne muerte natural, algo impropio en cualquier serie de cualquier tipo. Todo esto es lo que hace especial a The Wire, que entre todo este maremágnum socio-político, con tintes incluso antropológicos dentro de algún que otro experimento social que puede verse en esta temporada, aún es capaz de desarrollar a personajes tanto nuevos como viejos con una habilidad digna del mejor Houdini.

Poco más se puede decir. El desarrollo es, como siempre, una recta ascendente en donde todos los elementos se cuecen a fuego lento para acabar siendo postrados sobre la mesa con una elegancia inaudita. Los actores están perfectos dentro de sus papeles y es casi imposible imaginárselos fuera de esta serie (de hecho, cada vez que veo a Dominic West en cualquier sitio, mi cabeza dice: McNulty sin que yo lo quiera). Baltimore es mostrada de un modo más auténtico y como el mismísimo infierno en la Tierra según el lugar del que hablemos. Y la puesta en escena es digna de las mejores películas de mafia, con personajes cada vez más carismáticos e icónicos. A Omar pongo de ejemplo, cuyo silbido, forma de pensar, cicatriz, escopeta en mano e indumentaria hace que deseemos gritar lo que dicen entusiasmados los chiquillos del barrio que quieren ser como él.

Pero lo mejor es cuando un viejo cartel medio pegado en el puerto de Baltimore, que tiene escrito el lema de "Reelige a Frank Sobotka", nos arranca una pequeña sonrisa de complacencia. Cuando esto ocurre es cuando nos damos cuenta de que esta serie no es como las demás.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Celda 211 - El síndrome de Estocolmo

Últimamente parece que estoy acertando (también gracias a recomendaciones) a la hora de ver películas españolas, porque de un tiempo a esta parte me están gustando más de lo que podría imaginar, y pensar que hace tiempo no soportaba ni que me las mencionaran. Las dos partes de REC, Agora, Spanish Movie, Pagafantas, Fuera de Carta, el Orfanato, Camino, los Cronocrímenes... Todas, en mayor o menor medida, cumplen con su propuesta y forman un grupo muy agradable de filmes provenientes de este país del que estar bastante orgulloso. Cierto es que hay pocos sobresalientes o notables altos, pero casi podría decirse que, de vez en cuando, nos llevamos alguna sorpresa como la aquí expuesta.

Y es que la Celda 211 es un filme que navega entre el thriller y el drama carcelario, muy bien desarrollado e interpretado. Gran énfasis en lo segundo, ya que no sólo tiene un ritmo bastante ágil que mantiene el interés en todo momento, sino que los actores se preocupan por mantener al espectador bien interesado por todo lo que ocurre, ya que resultan creíbles en cada una de las situaciones por las que pasan. No sólo eso, sino que también es importante la manera en que se relacionan entre ellos, las personalidades, los intereses... todo varía a lo largo de una trama a contrarreloj en donde la supervivencia se convierte en la máxima prioridad. Y es que Juan, el protagonista que se ve metido de lleno en medio de un motín carcelario bastante peliagudo, no finaliza el filme como lo empieza, por lo que me gustaría destacar no sólo la muy admirada interpretación de Luis Tosar como Malamadre (que se merece esos elogios y más) sino también la de Alberto Ammann como el mencionado Juan, que tiene uno de los papeles más difíciles y, aunque al principio parece que no va a destacar, acaba realizando una interpretación muy destacable.

Por otro lado, el interés radica en el conocido síndrome de Estocolmo, en cómo uno puede llegar a identificarse con gente tan violenta y peligrosa si sufre una experiencia que no permite la vuelta atrás. Es cierto que a veces la trama puede ser un poco maniquea (el personaje de Resines es probablemente el peor en este aspecto, malo hasta la médula), pero lo cierto es que mantiene una ambigüedad bastante aceptable que se ve presidida sobre todo por un Malamadre con el que puedes llegar a identificarte, de la misma forma que lo hace Juan. 

En resumen, no es la octava maravilla, pero por su puesta en escena, su propuesta, la efectividad de sus intérpretes y el guión, bien merece un visionado o dos. Ojalá el cine español fuera siempre así de convincente.

lunes, 20 de septiembre de 2010

The Wire, temporada 2 - La triste historia del sindicato

En la crítica de la primera temporada expuse un par de fragmentos de diálogos entre los traficantes de Avon Barksdale. Esta vez no pondré ninguno, las razones las expondré más adelante.

¿Qué es lo que se suele hacer cuando una serie obtiene un éxito rotundo entre la crítica especializada y el público? Normalmente se tiende a potenciar lo que funcionó, dando más y mejor. Es decir, cuando se trata de la secuela de un filme de acción se añaden más personajes, más tiros y más explosiones. Si además la primera entrega tenía efectos especiales, estos había que multiplicarlos, lo que fuera con tal de mantener contento al público. Sin embargo, en el caso de The Wire no tenemos una segunda temporada que multiplique en nada a la anterior, excepto en personajes. Curiosamente casi todos los principales y los que mejor funcionaron (Bubs, por ejemplo) se convierten en meros secundarios con una trama no muy importante, haciendo acto de presencia sólo para que sepamos que están ahí y que su vida sigue, anticipándonos a un futuro en donde ellos tendrán algo más que decir. Pero que nadie se equivoque, los personajes nuevos son los que más importan en este caso, y para colmo están ubicados en un escenario completamente diferente. Las torres de Avon ya no son las protagonistas.

Por el contrario, bienvenidos a los muelles de Baltimore. El sindicato de los puertos se convierte en el lugar de los sucesos principal, con Frank Sobotka a la cabeza. Todo comienza con la trata de mujeres venidas del exterior de Estados Unidos, exportadas para la prostitución. Algo raro se cuece en los puertos, en donde el cabecilla del sindicato, el mencionado Frank, posee más dinero para ingresar en una Iglesia que el propio comandante de policía del distrito sureste: Valchek. Este último, movido por la envidia, la codicia y el orgullo, decide tomar cartas en el asunto y tratar de tenderle una trampa al primero por venganza, buscando al equipo que se encargó de desmantelar la operación de Barksdale para no fallar en el intento. De esta forma tan creíble, volvemos a tener a los principales protagonistas delante de una investigación que, irónicamente, no se convierte en la trama más relevante de la temporada, ya que acaba siendo más importante la empatía que puedas sentir por la gente del puerto, hombres trabajadores que se apoyan entre ellos (bueno, excepto en el pobre Ziggy, uno de los mejores personajes de la serie) aunque sea sobreviviendo con algo tan ilegal y peligroso como haciendo tratos con un peligroso mafioso europeo.

En otras palabras, los personajes nuevos distan mucho de ser cualquier cosa, son tan carismáticos y están tan bien escritos y desarrollados como todos aquellos que trabajaban con Avon, aunque no tengan tantas perlas de sabiduría como las mostradas en el "pozo" en la temporada anterior. Además, la mayoría no está en la serie para quedarse, ya que los capítulos cierran de una manera trágica y ciertamente desesperanzadora, en un mundo donde pese a que los policías triunfan, por desgracia, no lo hace la justicia, la cual permanece distante con sus ojos vendados. Pero todo esto no quiere decir que se hayan olvidado de Omar, Stringer, Avon, D´Angelo y demás, todo lo contrario, todos ellos permanecen en la serie mediante una subtrama que sirve como puente para la siguiente temporada, que parece anunciar una guerra de bandas entre el Este y el Oeste de Baltimore como pocas se han visto, traiciones incluidas. 

En resumen, esta temporada resulta extraña, parece otra serie dentro de una misma serie. Pese a contar con el mismo equipo de investigación, el contexto, el lugar y el protagonismo de los nuevos actores ofrece un giro nuevo y fresco, no se repite fórmula (de hecho, la misma investigación no resulta ni la mitad de compleja e interesante que la de Avon) y se arriesga con otros métodos, metiéndonos de lleno en una trama de traiciones, desesperación, impotencia y sueños. No es peor que lo que hemos visto, en capítulos anteriores ni tampoco mejor, es simplemente diferente, pero con la misma calidad. Es decir, sigue siendo muy recomendable y engancha como pocas. Ahora mismo estoy deseando ver la que se va a armar en los barrios de Baltimore. Menos mal que me pillan lejos y veré los sucesos desde una cómoda pantalla, no querría que una bala perdida llegara a mi ventana.